Comienza la semana de los fervorines: encapuchados, tambores
atronadores, calles cortadas, atascos, imágenes procesionadas por cofrades…
Cada ciudad tiene un modo distinto de entender la Semana Santa; desde el tétrico
caminar por las angostas calles de Zamora con Barandales al frente, hasta el
barroquismo sevillano, pasando por la Semana
Santa de Málaga, con la Legión portando al Cristo de la Buena Muerte, o los
ensordecedores sonidos de tambores en Zaragoza. De paso, cada ciudad aprovecha
para degustar platos y dulces típicos de pascua: el dos y pingada, las
aceitadas, las rosquillas, la limonada, las torrijas, las almendras
garrapiñadas, los pestiños, los buñuelos de viento, las sopas de ajo, el potaje
de vigilia, las monas, las cluecas, el bacalao en todas sus formas, etcétera.
Los capirotes tienen su origen en la época de la Inquisición y los
pasos, en las representaciones medievales de la
Edad Media. El ciudadano tiene tres
opciones para estos días: largarse de la ciudad, quedarse en casa leyendo un
libro, o salir a la calle y mezclarse con un gentío que cada año encuentra
distinto lo que siempre es igual.
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