Hace sólo unos días Felipe
VI y su consorte acudieron al Teatro Real para ver “El público”, ópera en cinco cuadros y prólogo obra del compositor Mauricio Sotelo, con libreto de Andrés Ibáñez, basado en la obra de
teatro El Público escrita por Federico García Lorca en Cuba tras su
viaje a Nueva York. Personalmente no entiendo que la prensa de papel dé tanta
importancia a esa visita real al teatro
para ver una ópera. Es algo que debería ser entendido como algo normal. Lo que
ya no me parece tan lúcido es que su consorte se ponga una chupa de cuero y se
marche con las amigas de “concierto roquero” cuando le viene en gana. Esas
cosas las puede hacer el ciudadano corriente, pero no la consorte del Rey, si
se considera que ello supone unas excepcionales medidas de seguridad que
pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Y este país, donde hay
seis millones de pobres y casi dos millones de niños que sólo hacen una comida
diaria, la del colegio en días lectivos, no está para antojos de quién debiera
dar ejemplo de discreción. Y dicho eso (si no lo digo, reviento), añadiré que fue
en junio de 1929 cuando Lorca viaja a Estados Unidos acompañado de Fernando de los Ríos. Allí se fraguó su “Poeta en Nueva York” y conoció a Fernando Ortiz, entonces director de la Institución
Hispanocubana de Cultura, que animó a Lorca a dar una serie
de conferencias en su país. Pero antes, en la Semana Santa de 1922, Lorca y Manuel de Falla habían conocido a José María Chacón y Calvo, que había
llegado a Madrid en 1918 para trabajar en la Embajada de Cuba. Ambos
llegaron a tener gran amistad. Y en la casa de Chacón, en Madrid, Lorca conoció
a Lydia Cabrera, estudiosa del
folclore cubano. Parece ser que esta mujer fue la que presentó a Lorca a la
actriz catalana Margarita Xirgu, que
resultaría esencial en la interpretación de la posterior obra del
poeta.granadino. Lorca dedicó a Lydia
Cabrera y a su negrita “La Casada infiel”, dentro del “Romancero gitano”. Su negrita era su
doncella de color llamada Carmela Bejarano. Luis Moreno Vilches, de la Sociedad
Filatélica y Numismática de Granada, en su trabajo “García Lorca y Cuba: Historia de una
pasión”, dejó constancia en un espléndido trabajo literario que existe un
sello editado en Cuba de Fernando Ortiz el 20 de diciembre de 1981 mediante una serie compuesta
de cuatro sellos dedicada al centenario de su nacimiento. Y, también, otros
tres sellos, con elementos propios de la cultura afrocubana (de 10, 30 y 50
centavos de peso) que representan un idolillo colgante, un tambor “Arará” y una “Changó”. Changó es el
dios del Trueno, la Música
y la Virilidad. Se
trata de uno de los orishas (santos)
más venerados de la mitología Yoruba. En La Habana, Lorca se instaló en el Hotel La
Unión. Y el domingo 9 de marzo de 1930 impartía si primera
conferencia bajo el título Mecánica de la Poesía. Seguirían otras en días posteriores: La imagen
poética de don Luis de Góngora; Arquitectura del Cante Jondo, etcétera. Dice Luis Moreno Vilches que “Federico
García Lorca pudo conocer gran parte de la isla de Cuba, no sólo aprovechando
su actividad como conferenciante. Estuvo en Matanzas (la “Atenas de Cuba”) y
contempló el Valle del Yumurí. Quedó impresionado por la playa de Varadero
(confesó no haber visto playa más bella). Fue a Pinar del Río y visitó el Valle
de Viñales, con sus famosos ‘Mogotes’. Sin embargo, a pesar de todo, el poeta
sentía nostalgia de España, de su Granada: el 19 de abril visitó Santiago de
las Vegas y le recordó a Fuentevaqueros; Varadero, a la playa del mismo nombre
en Motril; el paisaje de Pinar del Río, a los pinares del Guadarrama”. Y,
finalmente, voy a referirme a El Público, la obra que ha dado lugar a
la ópera que han visto días pasados los Reyes. En ese sentido, cuenta Moreno
Vilches: “Existen muchas elucubraciones acerca de las obras que Federico García
Lorca alumbró durante su corta pero intensa estancia en Cuba. De entre las
posibles candidatas, Así que pasen cinco años y, sobre todo, la
enigmática El Público son las más sospechosas de haberse gestado en la
isla caribeña. De ésta última existen testimonios coincidentes de Adolfo Salazar y de los hermanos Loynaz (el poeta obsequió a Carlos Manuel Loynaz con un manuscrito
que desapareció, posiblemente tras haber sido destruido por éste en un episodio
de desorden mental), así como la única copia que se conoce, escrita
parcialmente en hojas timbradas del hotel La Unión y fechada el 22 de agosto de 1930, apenas
mes y medio después de la partida del poeta”. Lorca sacó un pasaje para el 12 de junio en el
vapor correo “Manuel Arnús” de la compañía Trasantlántica, vía Nueva
York-Cádiz-Barcelona. Le acompañaron en el viaje Adolfo Salazar y Luis Cardoza y Aragón. Como dijo Lorca
a sus amigos: “Cuba es un paraíso. Si me pierdo, que me busquen en Cuba o
Andalucía...”. Y allí está, en Andalucía, con sus huesos perdidos en un punto
desconocido del barranco de Viznar. Dicen que le han buscado, pero nadie ha
encontrado todavía ni a él ni al maestro de escuela ni a los dos banderilleros.
Pero poco importa. Todos sabemos que a este Gobierno no le interesa la Ley de la Memoria Histórica.
Dedican más esfuerzo a mirar huesecillos por ver si encuentran lo que parece
ser un peroné de Miguel de Cervantes que a sacar a los miles de fusilados de las
cunetas. Todos sabemos que Lorca está presente en nuestro recuerdo colectivo.
Los miles de fusilados, también.
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