El próximo día 20, coincidiendo con el equinoccio de
primavera, habrá eclipse de sol. Es el barrunto de un mal presagio para Mariano Rajoy, al que le cundió mucho
la jornada el pasado viernes, primer viernes de los idus, con Consejo de Ministros,
visita relámpago a Zaragoza para ver fluir el Ebro sin mancharse los zapatos,
viaje a Jerez de la Frontera
para apoyar a Moreno, que lo tiene
crudo, ¡toma, moreno!, nombramiento de Cifuentes
y de Aguirre (se conoció el ruido
del petardo sobre las ocho de la tarde) para aspirar a la Comunidad y la Alcaldía de Madrid,
respectivamente, y viaje a Guatemala. ¿Alguien da más? Jesús Cacho, en Vozpópuli,
analiza hoy en “La extraña muerte al anochecer de Nacho González”, que he leído
tres veces y todavía no me he enterado muy bien del meollo de ese enredo
madrileño. “Rajoy –cuenta Cacho- deja pudrir los asuntos de modo que el tiempo
le resuelva el puzzle o bien sea el
propio interesado quien, en un ataque de desesperación, decida tirarse por el
puente de Segovia, en el peor de los casos, o decir basta e irse a su casa, en
el mejor, de puro aburrimiento”. Y más abajo, en el mismo artículo, Cacho
recuerda lo escrito por el diario El
Mundo el pasado día 3: “El PP espera que Ignacio González dé un paso atrás en su candidatura”. Para Cacho,
“Rajoy no mata. Rajoy nunca da la cara. Para él todo es un lío (‘Ufff, qué
lío’). Él prefiere sentarse y esperar a que sus enemigos se suiciden o se
aburran. La táctica es vieja. Funcionó con María San Gil. Que si no regía bien.
Funcionó con el gallego Núñez Feijoo cuando empezó a gallear
con inciertos liderazgos nacionales. Pronto lo sacaron de paseo en la cubierta
de un barco propiedad de un narco amigo de juventud. Ha funcionado con
Monago, aspirante a verso suelto del PP extremeño, y a quien
descubrieron una exuberante novia canaria a la que visitaba con prodigalidad
con cargo al erario. El PP se ha convertido en un temible reloj de precisión a
la hora de propalar intoxicaciones, un material que maneja con soltura esa elite
de opositores –los abogados del Estado primero- que, en torno a la
vicepresidenta Soraya, se ha convertido en la guardia de corps de Rajoy,
porque ellos son puros, no están manchados, no son corruptos. El resultado es
que nadie se mueve. Ni Dios levanta el dedo. Todo el mundo guarda silencio, no
vaya a ser que me saquen un escándalo que me deje tiritando. Donde todo hijo de
vecino tiene algo que esconder, impera la prudencia que aconseja el miedo”.
Pero la traca final, la mascletá de fin de fiestas está por llegar: primero en
las andaluzas, después en las municipales y autonómicas y más tarde en las
generales. Será entonces cuando el bipartidismo estalle como un barril de
pólvora y se vayan al carajo los sueños de una casta sedienta de poder y de
gloria (que no es otra cosa que el sumando de los nietos del clan del “espíritu
del 18 de julio” y de los descendientes directos de aquellos que cacareaban lo
de “100 años de honradez”, al tiempo que silenciaban los 40 de vacaciones) y que
han estado haciendo de España su cortijo desde la muerte de Franco. El país no está para bromas.
Ojo al parche. Para Cacho, “la eventualidad de que el PP de Mariano Rajoy
repita el episodio histórico de la
UCD es algo que cada día se aleja más de la quimera para
acercarse a lo posible con riesgo de hacerse inevitable”. Tiempo al
tiempo.
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