El diario ABC me
da el desayuno de hoy domingo con unas fotos inéditas del corsé que llevaba
puesto Isabel de Borbón el día 7 de febrero de 1852, o sea, la fecha
de su atentado por el cura Merino. Y
las fotos nos descubren la mancha de sangre producida por el estilete en la
zona del hígado. Las ballenas de aquel corsé evitaron un posible magnicidio. En
su interior, ese “chaleco antibalas” lleva un certificado de autenticidad
firmado con fecha 27 de noviembre de 1858 por el notario V. Vallejo. En fin, no sé si parece conveniente, pese al tiempo
transcurrido, enseñar la ropa íntima de la que fuese última Reina de España. En
este país se han contado algunas cosas sobre personas que de alguna manera
influyeron en la vida de los monarcas: Corinna zu Sayn-Wittgenstein, de
soltera Corinna Larsen, y su amistad con Juan Carlos de Borbón; sobre los amores de Alfonso XII y Elena Sanz,
y sobre las reclamaciones de sus hijos bastardos en el Tribunal Supremo, con Nicolás Salmerón como abogado (que más
tarde, por consejo del que fuese presidente de la
I República, los Sanz contrataron como
abogado a otro político republicano: Melquíades Álvarez);
sobre Alfonso XIII, aficionado al
cine pornográfico y que Álvaro de Figueroa, en calidad de
intermediario, se encargaba de facilitarle películas ayudado por los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora catalana Royal Films; sobre la promiscuidad de la reina Isabel, etcétera.
Pero en ningún sitio he visto expuesta la ropa interior de esos monarcas ni de
ningún otro. Hay cosas que deben quedar para la intimidad, por muy reales que
sean las prendas de lencería fina. Y las prendas íntimas de Isabel II no
formaban parte, precisamente, del Tesoro
de los Quimbayas. Lo que ya no sé es que pinta el corsé de la reina de los
tristes destinos en los almacenes del madrileño Museo Arqueológico sin que se
exponga a la vista del público visitante. El Museo Arqueológico no debe
convertirse en una sucursal de “Tocado y
Hundido”, en el número 38 de la céntrica calle Montera. Por otro lado, este
es un país donde han existido dos históricos curas Merino: uno de ellos, Martín Merino Gómez, que había nacido
en Arnedo (La Rioja)
en 1789, que atentó contra la vida de la
reina; y otro, Jerónimo Merino Cob,
nacido en Villoviado (Burgos) en 1769, participante en la Guerra de la Independencia y en la
I Guerra Carlista. El primero murió en el
garrote. El segundo fue laureado por su defensa contra los franceses y llegó a
obtener el grado de teniente general.
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