En su columna de El
País y bajo el título “Bragas a euro”,
Luis Sánchez Mellado mete el dedo en
la llaga. Viene a decir que las tiendas de low
cost funcionan porque “con sueldos de mil euros, quien los gane, los
presuntamente asequibles Zara, Mango y H&M son tan prohibitivos para la nueva clase trabajadora como Loewe, Dior o Gucci para la
entelequia antes conocida como clase media”. La OCDE afirma que la brecha entre ricos y pobres ha alcanzado un nuevo
récord por la crisis y que esa brecha sigue ampliándose. Para dar idea de la
gigantesca reestructuración que se ha producido en el aparato productivo del
capitalismo en los últimos tiempos –y así lo señalaba Joaquín Estefanía (“La clase
media ya no es la burguesía”, El País,
25 nov 2014) “se está construyendo una clase peculiar formada poe capas medias
en cuanto a formación, pero con las condiciones de vida de los estratos más
bajos. Y para reafirmarse en esa gigantesca reestructuración, cuenta el
siguiente chascarrillo: “Se inaugura una fábrica textil y sólo emplea a un
trabajador y a un perro: al trabajador para que dé de comer al perro y al perro
para que mantenga al trabajador alejado de la maquinaria”. Quizás Estefanía
ha hecho referencia a las fábricas textiles por ser empresas que, como se sabe,
en otro tiempo crearon muchos puestos de trabajo. Pero en un país donde los
beneficios empresariales se multiplican
al mismo ritmo que crece el paro, de nada sirve que el Estado inyecte
ayudas a los empresarios en un desesperado intento de aminorar la tragedia de
la clase vulnerable. “La clase media creía –dice Estefanía- que una buena
formación intelectual abría puertas, y que la honradez y el trabajo eran las
mejores cartas de presentación. Esto se acabó”.
Ahora aparecen en el espectro político nuevas formaciones tratando de
vender “esperanzas” y poder poner fin a un bipartidismo corrupto que huele a
podrido. Para entender el grado de desesperación que sufren millones de
ciudadanos en España, nada mejor que recordar unos versos de Bertolt Brecht: “Para ganarme el pan,
cada mañana / voy al mercado donde se compran mentiras. / Lleno de esperanza, /
me pongo a la cola de los vendedores”.
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