Recuerdo haber leído hace años un suelto de Antón Castro en Heraldo de Aragón donde ese columnista señalaba una anécdota
referida a Antonio Gamoneda. Contaba
ese autor asturiano, afincado desde niño
en León y distinguido con el Premio Cervantes
en 2006, que en cierta ocasión supo por la prensa que se convocaba un premio
poético en Ejea de los Caballeros que debería versar sobre el trigo y el universo del cereal. Y Gamoneda se presentó al
concurso con un romance que se vio obligado a reducir de conformidad con las
bases. Lo ganó. Al año siguiente aprovechó algunas estrofas del mismo romance,
le añadió otras, lo envió a la siguiente edición de aquel concurso literario y
volvió a ganar. Por causas que se me escapan, no pudo asistir a recoger el
premio ese año ni el anterior. Al tercer año, como todavía le quedaban algunas
estrofas por ahí, añadió otras nuevas y volvió a participar. También lo ganó. Y
tampoco fue por Ejea a recoger el
premio. Para mí que Gamoneda no sabía ni dónde estaba situada en el mapa la
"capital" de las Cinco Villas, de la misma manera que muchos aragoneses ignoran
dónde se encuentra Mansilla de las Mulas o Henares de Mohernando. El caso es
que al cabo de unas fechas recibió el cheque del premio y una nota acompañante:
“Le rogaríamos que no se volviese a presentar nunca más”. Y Gamoneda,
obediente, no volvió a enviar nada a la siguiente convocatoria. Y ahora,
pasados los años, me acuerdo de Gamoneda, por estar en el ojo del huracán de la
depredadora Agencia Tributaria, como lo están Caballero Bonald, Eduardo
Mendoza, Javier Reverte y otros
muchos autores de reconocido prestigio. Para la
Seguridad Social, "el creador mayor de 65 años que tenga
pensión de jubilación y cobre por sus derechos de autor es un estafador". ¡Toma ya! Con la
jubilación, el autor tiene que tomar uno
de los dos caminos: la pensión o sus derechos adquiridos a lo largo de su
trayectoria. Según el Ministerio de Empleo es incompatible cobrar el 100% de la
pensión de jubilación e ingresar por escribir cuando esa actividad supere el
salario mínimo interprofesional, es decir, 9.000 euros. Eso sí, los herederos
podrán beneficiarse de los derechos de autor de sus antepasados y cobrar el
total de jubilación. Ello, además de absurdo, constituye una pedrada en el
colodrillo del creador de cultura, de la que este país anda tan insuficiente.
Para llorar.
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