Busilis en el
lenguaje coloquial equivale al punto en el que estriba la dificultad de un
asunto. Por eso, dar en el busilis equivale
a decir dar en el quid. Procede del latín in
diebus illis (“en aquellos días”,
mal separado por un ignorante). Se nombra en la leyenda de Gustavo A. Bécquer Maese
Pérez el organista en un momento dado:
“Al año siguiente, la iglesia volvió a llenarse. El organista envidioso iba a
sustituir al bueno de Maese Pérez. Tocaba ‘con una gravedad tan afectada como
ridícula’ y el populacho irrumpió con sus zampoñas, gaitas, sonajas y panderos
para tapar sus notas, pero enmudecieron al oír ‘cantos celestes como los que
acarician los oídos en los momentos de éxtasis’. Las cien voces del órgano
sonaban ‘con más pujanza, con más misteriosa poesía, con más fantástico color
que lo habían expresado nunca’. Estaba claro que no había sido el organista
malencarado. ‘Sospecho que aquí hay busilis’, comentó una vecina”. Aquella
leyenda apareció por primera vez en la sección “Variedades” de El
Contemporáneo el 27 y 29 de diciembre de 1861. El órgano de Santa Inés, por
el que la Junta
de Andalucía pide ahora una tremenda multa a las monjas clarisas por haberlo
arreglado sin permiso, fue regalado por su padre a una monja de clausura en el
siglo XVIII. Posiblemente, Bécquer visitase ese convento durante su estancia
juvenil; y puede que, también, durante su vuelta relámpago a Sevilla, en los años 60 del siglo XIX, años después de la publicación de su famosa leyenda. Meses antes
de esa publicación, Bécquer se había casado (19 de mayo) en la iglesia
madrileña de San Sebastián y vivía con Casta
Esteban en la calle del Baño, número 19.Allí vivieron 6 años, antes de
separarse en Noviercas. En la leyenda Maese
Pérez el organista se dice la palabra bulisis
muchas veces, hasta en el párrafo final: “¡No
os lo dije yo una y mil veces, mi señora doña Baltasara, no os lo dije yo!...
¡Aquí hay busilis! Oídlo; ¡qué!, ¿no estuvisteis anoche en la Misa del Gallo? Pero, en fin,
ya sabréis lo que pasó. En toda Sevilla no se habla de otra cosa... El señor
arzobispo está hecho y con razón una furia... Haber dejado de asistir a Santa
Inés; no haber podido presenciar el portento... y ¿para qué?, para oír una
cencerrada; porque personas que lo oyeron dicen que lo que hizo el dichoso
organista de San Bartolomé en la catedral no fue otra cosa... —Si lo decía yo.
Eso no puede haberlo tocado el bisojo, mentira... aquí hay busilis, y el
busilis era, en efecto, el alma de maese Pérez”. Queda claro que el busilis, en este caso, hacía referencia al alma del
organista. Con la expresión busilis pasó
algo parecido que con otra frase: Vultus ad vultum tuum (“mirándote cara a cara”). Al pueblo llano, oyendo al coro de monjes entonar esas
extrañas palabras en la solemnidad de las celebraciones religiosas, le sonaron
a “al buen tuntún” referido a “sin
cálculo, sin reflexión o sin conocimiento de un asunto concreto” y
empezaron a utilizarlas en el lenguaje coloquial. Naturalmente, en ocasiones
que no tienen relación alguna con aquélla para la que fueron escritas, o sea.
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