sábado, 4 de noviembre de 2017

Nítida bifurcación




Señala Fernando López Agudín en Público que “el caudillo Rajoy, lo decimos sin ninguna intención peyorativa, necesita consolidar este Movimiento Nacional democrático que ha logrado articular con la cuestión catalana. Ya hubiese querido el dictador Francisco Franco conseguir ayer por las buenas lo que  sólo pudo lograr por las malas bajo la bandera rojigualda. La Moncloa se ha convertido ya en el eje de esta estructura tripartita, PP, PSOE y Cs, que instrumentaliza el nacionalismo español al servicio de las corruptas élites madrileñas con mucha más eficacia que el anterior trío, la Falange, la Iglesia nacionalcatólica y la Monarquía. La corrupción, la desigualdad social, la irresuelta crisis económica, el hundimiento del Régimen del 78, todo está supeditado a la defensa de una unidad del Estado español que, hoy por hoy, nadie amenaza salvo que se entienda por tal el total reconocimiento de los derechos inherentes a una España plural.  Nada más oportuno, por lo tanto,  que el reprobado mazo del fiscal general Maza”. (...) “Rajoy lleva al Estado español al desastre como lo hubiera llevado Carlos Arias Navarro si ayer la Zarzuela no le hubiera despedido. Tanto que arriesga el futuro de los Borbones como el de la bandera del Estado. No en vano, hoy los partidos que apoyan la provocación de Rajoy –PP, PSOE y Cs– son monárquicos como los que la denuncian – Podemos, PNV, Pdcat y Esquerra – son republicanos. Esa nítida bifurcación, Monarquía o República,  esa dicotomía, la rojigualda o  la tricolor, no existía desde 1931.Con el provocador Rajoy empieza a reaparecer”. Lo malo de todo, no sé si existe algo peor, es que muchos ciudadanos, que no detectan la misma rapidez para meter en la cárcel a los responsables de la Gürtel y a los corruptos que se mueven entre las bambalinas de los distintos ministerios como pez en el agua que a los miembros del Govern, están llegando a un estado de alienación sólo comparable al aparente desaparecido franquismo. Digo aparente, porque muchos ciudadanos que inundan los balcones de sus casas con banderas rojigualdas compradas en los chinos, darían media vida por retrotraernos a los tiempos más oscuros del nacional-catolicismo. Lo llevan escrito en sus inquietantes rostros,  raros espejos del alma vistos en un charco de tubería rota de cloaca.

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