Señala Fernando López
Agudín en Público que “el
caudillo Rajoy, lo decimos sin
ninguna intención peyorativa, necesita consolidar este Movimiento Nacional
democrático que ha logrado articular con la cuestión catalana. Ya hubiese
querido el dictador Francisco Franco
conseguir ayer por las buenas lo que sólo pudo lograr por las malas bajo
la bandera rojigualda. La
Moncloa se ha convertido ya en el eje de esta estructura
tripartita, PP, PSOE y Cs, que instrumentaliza el nacionalismo español al
servicio de las corruptas élites madrileñas con mucha más eficacia que el
anterior trío, la Falange,
la Iglesia
nacionalcatólica y la Monarquía. La
corrupción, la desigualdad social, la irresuelta crisis económica, el
hundimiento del Régimen del 78, todo
está supeditado a la defensa de una unidad del Estado español que, hoy por hoy,
nadie amenaza salvo que se entienda por tal el total reconocimiento de los
derechos inherentes a una España plural. Nada más oportuno, por lo tanto, que el reprobado mazo del fiscal general Maza”. (...) “Rajoy lleva al Estado
español al desastre como lo hubiera llevado Carlos Arias Navarro si ayer la Zarzuela no le hubiera despedido. Tanto que
arriesga el futuro de los Borbones como
el de la bandera del Estado. No en vano, hoy los partidos que apoyan la
provocación de Rajoy –PP, PSOE y Cs– son monárquicos como los que la denuncian
– Podemos, PNV, Pdcat y Esquerra – son republicanos. Esa nítida bifurcación,
Monarquía o República, esa dicotomía, la rojigualda o la tricolor, no
existía desde 1931.Con el provocador Rajoy empieza a reaparecer”. Lo malo de
todo, no sé si existe algo peor, es que muchos ciudadanos, que no detectan la
misma rapidez para meter en la cárcel a los responsables de la Gürtel y a los corruptos
que se mueven entre las bambalinas de los distintos ministerios como pez en el
agua que a los miembros del Govern,
están llegando a un estado de alienación sólo comparable al aparente
desaparecido franquismo. Digo aparente, porque muchos ciudadanos que inundan
los balcones de sus casas con banderas rojigualdas compradas en los chinos,
darían media vida por retrotraernos a los tiempos más oscuros del
nacional-catolicismo. Lo llevan escrito en sus inquietantes rostros, raros espejos del alma vistos en un charco de
tubería rota de cloaca.
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