Comenta la prensa aragonesa que la sequía dispara el precio del cardo y de la
uva de cara a las compras de Navidad. Ya me temía yo que la sequía sería la
culpable del aumento en el recibo de la luz, de los productos cárnicos y de los
productos del campo. Menos mal que del aumento del precio de los peces no se
dice nada, al menos todavía. Pero todo se andará. Ya verán lo que cuestan el
besugo, las ostras y los carabineros, por poner sólo tres ejemplos, dentro de
quince días. Menos mal que no tengo costumbre de comer uvas con las doce
campanadas ni siento placer alguno comiendo cardo. Lo de tomar las doce uvas me
parece una ordinariez. Según Gabriel
Medina Vílchez (“Origen de tomar las
doce uvas en España”. República de
Motril, núm.20, 27/12/2009), “la tradición de comer las uvas tiene el
precedente de un bando del alcalde de Madrid, José Abascal Carredano, de diciembre
de 1882,
por el que se imponía una cuota de 1 duro a todos los que quisieran salir a
recibir a los Reyes Magos.
Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos
días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos
la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y
hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los
madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se
permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de
tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de
madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del
Sol a tomar las uvas al son de las campanadas”. Respecto a
comer cardo, reconozco que no me gusta, aunque reconozco sus poderes
depurativos y que es costumbre aragonesa cenar en Nochebuena cardo
con bechamel o nueces, bacalao ajoarriero, ternasco, sopada (pan, avellanas,
azúcar, canela y cebolla), vino quemado con fruta, pasteles de calabaza,
crespillos y guirlache. Los crespillos, por si alguien lo desconoce, son hojas
de borraja rebozadas, que debieron “inventarse” en épocas de hambruna, cuando
se aprovechaba todo. Son sencillos de hacer: para 4 personas: 40 hojas de
borraja, 3 huevos, 125 gr. de harina, 75 ml. de leche, 50 ml. de anís, aceite
de oliva, 2 cucharadas de azúcar y varias hojas de menta. Una vez batidos los
huevos, se agregan la leche, la harina y el anís. Todo ello se bate hasta
conseguir una masa homogénea exenta de grumos. Se pasan por esa masa las hojas
de borraja y se pasan por la sartén. Una vez fritas y escurridas, se
espolvorean con la mezcla resultante de la menta picada y el azúcar. Los
crespillos aragoneses no deben confundirse con los crespillos de Cartagena,
donde se aprovecha la masa de pan sobrante, a la que se le añade pimentón,
aceite, vino y sal, y todo ello se hornea.
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