Hoy, al abrir
Google,
me entero de la curiosa efeméride de que hace justo 131 años se inventó la
perforadora de papel por un alemán,
Friedrich Soennecken, que posteriormente ideó la carpeta de
anillas. Un invento llevó al otro, no está mal. Pero en cuestiones de inventos,
nosotros tuvimos al doctor Franz de Copenhague, que cada semana ideaba
los más ingeniosos artefactos estrafalarios como, verbigracia, un
limpiador de gafas para motoristas compuesto de cisterna, bomba hidráulica,
campana y elefante asiático; el coche salta-vallas; el huevo con cáscara de
cristal, etcétera. Un personaje del TBO que comenzó con
Nit en la década de los 40, siguió con
Tínez en los 50 y terminó con
Benejam,
Francesc Tur y
Sabatés en los 60. Nit, era el seudónimo de
Juan Macías, que ya había dibujado viñetas para
Flechas y Pelayos y para
Gente Menuda, entre otros encargos,
algunos “galantes”, que era como se llamaba entonces a los dibujos eróticos.
Era perito mecánico y antes de la Guerra
Civil
llegó a construir un simple
automóvil con el que circulaba alegremente por Barcelona. El primer
número de
TBO (el de la imagen) salió
a la calle el 11 de marzo de 1917 desde el
taller de litografía
de Arturo Suárez en Barcelona. Estaba impreso en tinta azul,
tenía un formato de 17x 24 cm.,
ocho páginas y costaba cinco céntimos. El primer editorial advertía:
“TBO no se propone cansar las jóvenes
imaginaciones con arduos problemas ni serias doctrinas que, a veces, por una
retorcida interpretación, llevan a la juventud por senderos
perjudiciales... Un algo superficial, fácil, alegre y chistoso, sin
traspasar los justos límites ni llegar a lo chabacano. En una palabra, el chico
necesita un juguete literario. TBO es el juguete que hemos confeccionado”.
Sobre el origen de la cabecera contaba
Rosa
Segura, antigua secretaria de la revista (que, además de la secretaría,
llevó el
“Correo del lector”,
“De todo un poco” y algunos guiones de
“La familia Ulises”), que “viendo en
1917 el éxito de la revista infantil
'En Patufet',
Joaquín Arqués, administrador y
guionista del impresor Arturo Suárez, le sugirió a este lanzar ellos una
publicación para jóvenes que además les serviría para amortizar la maquinaria.
Arqués era también libretista y autor de zarzuelas y propuso el nombre inspirándose
en el de una revista lírica estrenada en 1909 llamada
‘T.B.O.’,de
Eduardo Montesinos y
Ángel Torres del Álamo, que trataba sobre la redacción de un nuevo diario
imaginario con ese mismo nombre.
Joaquin Buigas compró
por 3.000 pesetas la cabecera a Suárez, su futuro yerno, que tras unos pocos
números pensaba cerrarla. Buigas lo hacía y decidía todo y casi todos los
guiones eran suyos, aunque no firmó ninguno”. Fue tan popular el TBO que, en
1968, la palabra
‘tebeo’ pasó al
Diccionario de la RAE
como acepción genérica referida a revistas infantiles y juveniles, equivalente
a lo que hoy se conoce por
comic. El
TBO tuvo un encontronazo grave con la censura por una viñeta de 1951 del
dibujante
Manuel Díaz en la sección
'El ojo electrónico', de bromas y
curiosidades, donde decía:
“Blas Pérez ha
descubierto un poderoso reconstituyente a base de chuletas, longaniza, jamón,
pollo asado y langosta. ¡Qué eminencias tenemos!”. El problema era que el
ministro de Gobernación también se llamaba
Blas
Pérez. Se le impuso una multa de 12.000 pesetas. La aventura de
TBO terminó en 1983 aplastado por la
competencia de
Editorial Bruguera, pero esa es una larga
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario