lunes, 6 de noviembre de 2017

Comida de recursos





Al precio que va la electricidad, el encarecimiento de la cesta de la compra y los bajos sueldos y pensiones, pronto volveremos los españoles a la fresquera vacía, a la tortilla de patatas sin huevos ni patata y a la sopa de pan rallado. Cierto que en muchas zonas alejadas del mar el consumo de pescado era muy bajo, pero se podía uno permitir el lujo de adquirir en la tienda de barrio a un coste asequible abadejo, congrio secado al sol en forma de reja, sardinas en salazón y, aunque sólo para algunas ocasiones, carabineros para alegrar un arroz en paella con algo de fundamento lo que, hasta entonces, sólo era un “arroz a la zamorana”, es decir, arroz hervido, al que se le añadía colorante amarillo, trozos de verdura suelta, alguna oliva, huevo duro y  trocitos de un infame chorizo. Era la época del TBO y de las viñetas de Carpanta, siempre soñando con un pollo asado que nunca se podía comer. Menos mal que el pan era asequible. ¿Quién no se acuerda de las sardinas en rabales de madera circulares puestas aplastadas formando radios? Era la estampa típica en todas las puertas de las tiendas de ultramarinos de los pueblos. Hoy los carabineros y el bacalao seco han alcanzado precios de escándalo. Y pronto sucederá lo mismo con las sardinas, si tenemos en cuenta que la UE baraja limitar su pesca por calendario o zona, como consecuencia del cambio climático y del exceso de capturas en los caladeros del Atlántico Norte, durante los próximos 15 años. En resumidas cuentas, llegará un día cercano en el que comer media docena de sardinas a la brasa en un chiringuito playero será un lujo inasumible para muchas familias veraneantes. Nunca se vendieron tantos libros de cocina ni pudimos ver en las televisiones tantos programas culinarios como ahora. Digo más, como la primera industria de nuestro país es el turismo, la hostelería se ha convertido en el sector que más empleos demanda, aunque muy mal retribuidos, y ser cocinero se está convirtiendo en el oficio más valorado. Es la paradoja, cuando gran parte de la población española está volviendo a la comida de supervivencia. Se vuelve a la vieja norma de “hervir mucho y freír poco”, como consecuencia del encarecimiento del aceite de oliva. Y no sé cómo terminaremos. Mejor  con algo leído hace ya 4 años en La Vanguardia (Raquel Querart y Lorena Ferro, 4/03/13): “Ignacio Doménech ha vuelto a reeditar la “Cocina de recursos” (Trea) después de 70 años cuando, a falta de huevos, su autor proponía hacer tortillas a base de harina, bicarbonato y agua. En el colmo del ingenio, el cocinero ideó la que bautizó como “Tortilla de guerra con patatas simuladas”, un plato en el que el huevo quedaba sustituido por la pasta citada anteriormente y en el que el tubérculo era suplantado por la parte blanca de la piel de la naranja”.

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