Se trata del banquete ofrecido por el Gobierno de Francia en 1900 a todos los alcaldes de
la República. Pese
a que todos ellos no pudieron asistir, los comensales pasaron de veintidós mil.
El encargado de la organización fue Bouvard,
que necesitó dieciocho días para poner
en marcha la comida en los jardines de las Tullerías, donde se instalaron las
necesarias carpas por la casa E.Cauvin
Yvose, tal y como lo describe Natalio
Rivas en su “Séptima parte del
Anecdotario Histórico Contemporáneo”. (Editora Nacional. Madrid, 1953,
pp.169 a 171). Para que podamos hacernos una idea del tamaño de aquellas
carpas, la mayor medía 521
metros de largo por 28’5 de ancho, y las cocinas medían 12.000 metros
cuadrados, con una superficie total de 4 hectáreas. Los detalles de cubertería, flores, sillas,
etcétera, corrieron a cargo de la empresa Potel
et Chabot. Aquel banquete estuvo presidido por el entonces séptimo
presidente durante la
Tercera República Francesa, Émile Loubet, elegido en
febrero de 1899, sustituyendo al anterior presidente, Félix Faure. Durante su mandato se produjo el famoso Caso Dreyfus. Como decía, también
asistieron al ágape todos los miembros del Gobierno, los presidentes de los
Cuerpos Legisladores y el comisario de la Exposición Universal de París.
Como dato significativo, en aquella Exposición
Universal, el catedrático de Física y sacerdote Eugenio Cuadrado Benéitez presentó su “excitador eléctrico
universal” que fue bautizado con el nombre de “La Centella”,
siendo galardonado con una Medalla de Oro. Aquel mecanismo permitía obtener Rayos Roentgen mediante energía
electrostática. Manuel Manzanas,
alistano de Trebazos, recordaba una curiosidad anecdótica: “Encontrándome en el
bar Ñicos, en Trebazos, aparece don Ramón Rodríguez, párroco de
Trabazos desde hace mas de cincuenta años y quien al comentarle el hallazgo, me
refiere haberlo vivido en primera persona, ofreciéndose a enseñármelo cuando
gustase, por existir un modelo en el museo del Seminario de Zamora. Me contó,
que en una ocasión la habían desarmado para cambiarla de lugar y que luego
habían tenido dificultades para volver a montarla y que consistía en un ‘disco
metálico, con unos pinchos’, que se accionaba con una manivela, que lo hacía
girar. Al girar, los ‘pinchos’ se frotaban sobre unas ‘escobillas’, de las que
salían dos cables, uno positivo y otro negativo, que conducían la electricidad,
que así se obtenía hasta unas botellas, que actuaban como baterías acumuladoras.
Los seminaristas utilizaban ‘La Centella’, para
darse, duchas eléctricas. Mojaban la superficie sobre la que colocaban los pies
y a las que se conectaba uno de los cables y sobre la cabeza había un
dispositivo, como la alcachofa de una ducha, con unos pinchos, al que iba
conectado el otro cable. Al accionar la manivela se producía la electricidad,
que en última instancia llegaba a la ducha, y que atravesaba al duchando,
entrando por la cabeza y produciendo una sensación de ‘culebrinas’, muy curiosa”.
En aquella Exposición Universal, a la que se entraba por la Torre Eiffel, tuvo como
comisario a Charles Adolph Alphande. En la mente de los franceses estaba una corrida de toros en el coso construido por Mariano Hernando de Larramendi, en el Campo
de Marte. Se había inaugurado años antes, el 20 de junio de 1889, con motivo de la anterior Exposición, donde
actuaron los maestros Antonio Carmona
''El Gordito'', Fernando Gómez ''El
Gallo'' y Juan Ruiz ''Lagartija''. Estuvo presente en aquella recordada corrida la ya exreina de España, Isabel II. La plaza desapareción pocos meses más tarde.
El Grand Prix de la Exposición de 1900 fue para la cervecera Heineken.
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