Recuerdo que a mi abuelo materno, que vivía en
Santander, cuando venía por casa de mis padres acostumbraba a “bajar” a
Calatayud a comprar canutillos en la Confitería
Caro. Le entusiasmaban esos pequeños
cilindros de hojaldre. La gente de los pueblos no decían “ir” o “venir”, sino “subir”
o “bajar”, según el rumbo del cauce del río, en ese caso del Jalón. Así, los
vecinos de Ateca o los de Terrer “bajaban”
a Calatayud, y los vecinos de Calatayud “subían” a los otros dos pueblos
antedichos con dirección a Madrid. Hoy he repasado una vez más el libro de
cocina “El Amparo”, referido a aquella
famosa casa de comidasque estuvo
abierta en Bilbao entre los años 1879 y 1918. Existen dos gruesos cuadernos
manuscritos en los que las hermanas Sira,
Úrsula y Vicenta Azcaray plasmaron las recetas que dieron fama a aquel
negocio familiar. Pasado el tiempo, otro hermano, Enrique Azacaray, entregó esos cuadernos a la imprenta para
confeccionar un tomo con sus platos clásicos. Tanto aquellos cuadernos como los
beneficios de la venta del libro fueron a parar a la Junta del benéfico Asilo de la Santa Casa de Misericordia de
Bilbao para ayudar a su sostenimiento. Conservo un ejemplar de la segunda edición
de aquel libro (Bilbao, febrero de 1930) como una perla bibliográfica. Lleva un
pequeño sello rectangular de color violeta donde puede leerse: “Librería Moderna. Benigno Díez. Amós de Escalante, 10. Santander”. En el mismo
número de esa calle, Amós de Escalante, se encontraba también Fotografía
Julnay. Aprovecho para recordar que en 1930 apareció a la ventael segundo tomo de “La revista de Santander” y que en la Librería Moderna se estaban confeccionando las “elegantes tapas” del
tomo primero al precio de 2 pesetas y las encuadernaciones del mismo al precio
de 2’75 pesetas. También es aquella librería se vendían las famosas plumas “Parker”. Había en aquella revista
interesantes anuncios, como el Gran Hotel
Royalty, el jabón “Aromas de la
tierruca”, o los cables de acero de la Sociedad
Anónima “José María Quijano”.Copio
textualmente lo escrito en sus libretas por las hermanas Azcaray, que se
corresponden con las páginas 217-218 de la segunda edición del libro: “Se hace el hojaldre y se corta en tiras del
ancho suficiente para colocar los tubos, dejando libre un pedazo de una de las
esquinas y sobrante por la otra. Se envuelve el tubo dejando un poco hueca la
pasta (para lo cual se lleva un poco más lejos de lo que hace falta, a fin de
dar la vuelta) y se dejanmontados los
bordes hacia abajo; humedeciendo el corte con la brocha mojada para que no se
peguen, y recogiendo el hojaldre por la parte sobrante para dejar cerrada una
de las bocas. Se meten al horno y después de dorados se sacan, se rellenan de
natilla o crema espumosa, y se espolvorean con azúcar glas. Se hacen del tamaño
que se quiera; dejando la pasta floja se ahuecan más y salen más grandes”. Me
gustaría saber qué opina de aquella vieja receta mi amigo Miguel Micheto. Posiblemente hoy se hagan a máquina, como aquellos jerséis que tricotaba con fervor de
novicia una vecina de escalera que terminó casándose con un sobrestante de la
Renfe.La hispanización de yérsey (plural yérseys) se usa sobre todo en América, como señala el Diccionario panhispánico de dudas.
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