martes, 25 de agosto de 2020

Elogio de los canutillos de hojaldre



Canutillos o Conos de Hojaldre rellenos de Crema | Muy Crujientes ...Recuerdo que a mi abuelo materno, que vivía en Santander, cuando venía por casa de mis padres acostumbraba a “bajar” a Calatayud a comprar canutillos en la Confitería Caro.  Le entusiasmaban esos pequeños cilindros de hojaldre. La gente de los pueblos no decían “ir” o “venir”, sino “subir” o “bajar”, según el rumbo del cauce del río, en ese caso del Jalón. Así, los vecinos de Ateca o los de Terrer  “bajaban” a Calatayud, y los vecinos de Calatayud “subían” a los otros dos pueblos antedichos con dirección a Madrid. Hoy he repasado una vez más el libro de cocina “El Amparo”, referido a aquella famosa casa de comidas  que estuvo abierta en Bilbao entre los años 1879 y 1918. Existen dos gruesos cuadernos manuscritos en los que las hermanas Sira, Úrsula y Vicenta Azcaray plasmaron las recetas que dieron fama a aquel negocio familiar. Pasado el tiempo, otro hermano, Enrique Azacaray, entregó esos cuadernos a la imprenta para confeccionar un tomo con sus platos clásicos. Tanto aquellos cuadernos como los beneficios de la venta del libro fueron a parar a la Junta del benéfico Asilo de la Santa Casa de Misericordia de Bilbao para ayudar a su sostenimiento. Conservo un ejemplar de la segunda edición de aquel libro (Bilbao, febrero de 1930) como una perla bibliográfica. Lleva un pequeño sello rectangular de color violeta donde puede leerse: “Librería Moderna. Benigno Díez. Amós de Escalante, 10. Santander”. En el mismo número de esa calle, Amós de Escalante, se encontraba también  Fotografía Julnay. Aprovecho para recordar que en 1930 apareció a la venta  el segundo tomo de “La revista de Santander” y que en la Librería Moderna se estaban confeccionando las “elegantes tapas” del tomo primero al precio de 2 pesetas y las encuadernaciones del mismo al precio de 2’75 pesetas. También es aquella librería se vendían las famosas plumas “Parker”. Había en aquella revista interesantes anuncios, como el Gran Hotel Royalty, el jabón “Aromas de la tierruca”, o los cables de acero de la Sociedad Anónima “José María Quijano”. Copio textualmente lo escrito en sus libretas por las hermanas Azcaray, que se corresponden con las páginas 217-218 de la segunda edición del libro: “Se hace el hojaldre y se corta en tiras del ancho suficiente para colocar los tubos, dejando libre un pedazo de una de las esquinas y sobrante por la otra. Se envuelve el tubo dejando un poco hueca la pasta (para lo cual se lleva un poco más lejos de lo que hace falta, a fin de dar la vuelta) y se dejan  montados los bordes hacia abajo; humedeciendo el corte con la brocha mojada para que no se peguen, y recogiendo el hojaldre por la parte sobrante para dejar cerrada una de las bocas. Se meten al horno y después de dorados se sacan, se rellenan de natilla o crema espumosa, y se espolvorean con azúcar glas. Se hacen del tamaño que se quiera; dejando la pasta floja se ahuecan más y salen más grandes”. Me gustaría saber qué opina de aquella vieja receta mi amigo Miguel Micheto. Posiblemente hoy se hagan a máquina, como aquellos jerséis que tricotaba con fervor de novicia una vecina de escalera que terminó casándose con un sobrestante de la Renfe. La hispanización de yérsey (plural yérseys) se usa sobre todo en América, como señala el Diccionario panhispánico de dudas.

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