domingo, 2 de agosto de 2020

Otros veranos



Así eran los veraneos de antaño - QuoCon el cariz que están tomando las cosas, los españoles ya no tendremos ganas de ir a las playas de un Mediterráneo que se está convirtiendo por mor de los delincuentes del ecosistema en lo más parecido a la “estanca” de Alcañiz. Estar tumbado en la arena, con el calor cayendo a plomo y la mascarilla puesta resulta lo más parecido a un suplicio chino. Ha comenzado a agostarse este bisiesto atípico y observo que mi ciudad, Zaragoza, se está vaciando de peatones. No sé si será porque la gente sale menos de casa por el temor al contagio del coronavirus que ha prendido en Aragón como una mecha, o se habrá ausentado al pueblo que le vio nacer y del que salió una vez para ponerse a trabajar en un polígono industrial en los ya lejanos años 60, cuando la prensa de entonces se hacía eco de los “planes de de desarrollo” del tecnócrata López Rodó, del ganador del Festival de Benidorm, de la canción del verano, de un ovni visto por un ganapán en un cerro de Calahorra de Boedo (Palencia) y de las entidades bancarias que te ayudaban mediante usureros intereses en la compra de una chabola en vertical en un descampado urbano “con mucho futuro”, o de una moto “Vespa”. Eran veranos en los que algunos, los más “raritos”, solíamos acudir al cine para ver películas de las llamadas de “arte y ensayo” (“Hiroshima mon amour”, “El cuchillo en el agua”, “The servant”, “Cuerno de cabra”, “El séptimo sello”, etcétera), todas ellas subtituladas. Algunas, insuperables tostones que te permitían dormir en la butaca y estar fresco con el aire acondicionado de un local en el que, en ocasiones, echabas en falta una capa alistana con esclavina, de horrendo color pardo y casi tan pesada como la película exhibida.

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