Ramón
Reig,
catedrático de Estructura de la Información
de la Universidad de Sevilla está “sembrado” en su artículo del pasado
20 de agosto (“Podemos y Vox, efecto, no
causa”) en El Correo de Andalucía.
Viene a decir que el malestar del ciudadano corriente produjo el nacimiento de
dos partidos políticos llenos de odio que ofrecían falsas esperanzas a los
desheredados del mal llamado “Estado del Bienestar” definido por un cierto nivel de desarrollo económico
que garantizaba empleo y rentas a la población y un sistema público de recursos
que avalaba la cobertura de servicios básicos y la corrección de las
situaciones de necesidad no cubiertas por el mercado. Pero ese “Estado del
Bienestar” se concibió al estilo corporativista. Había otro modelo: el modelo
socialdemócrata de los países del norte de Europa, con mejores ingresos
laborales, altos impuestos y carencia de políticas subsidiarias. Pero el modelo
corporativista estaba basado en el principio distributivo donde existían los subsidios. Y dentro de ese
modelo, apareció un subgrupo en el sur de Europa (España, Italia, Grecia y
Portugal) donde daban importancia relevante a la familia y se debilitaba el
papel de la mujer (con salarios inferiores a los del hombre) con un nivel de compensación
bajo. Y se establecía un nefasto sistema piramidal de reparto para el pago de
las pensiones contributivas y asistenciales, como bien señala Susana Gómez Nuño en un espléndido
artículo (“La crisis del Estado de
Bienestar en España”, Nueva
Revolución, 29/10/19). Pero volviendo a Ramón Reig, ese catedrático
sevillano señala que “ya está bien de recurrir a la llamada transición ejemplar
-costó cerca de 200 muertos por represiones oficiales y oficiosas-, no es lo
mismo pasar de un régimen a otro en 1975 cuando casi te están apuntando los
militares del ejército franquista con una pistola en la cabeza que estar en
2020 y seguir con situaciones de 1975. Aquí toda la culpa de lo que pasa o es
de Podemos o es de Vox como si estuvieran ahí en la Historia desde el siglo XIX
y como si después de la constitución de 1978 no hubiera pasado nada y España y
el mundo hubieran sido un país de color de rosa”. (…) “La transición fue un
cambiar todo para que todo siguiera igual, con tal de no ajustar cuentas con
los responsables de la dictadura se dictó una orden de amnistía general. Borrón
y cuenta nueva, lo cual se puede comprender en 1975 y 1977 pero, ¿también en
toda la década de los 80, los 90 y primeros diez años del siglo XXI?” (…) “Después
empezaron los casos de corrupción del PP y del PSOE mientras a nivel
internacional se envalentonada el neoliberalismo perjudicando nuevamente al
ciudadano medio, los jóvenes veían aumentar su desesperanza, las universidades
incrementaban su papel de fábrica de parados, si los hombres veían turbio su
presente y su futuro las mujeres lo contemplaban negro por el hecho de ser
mujeres”. En el fragor del disparate, surgieron esos dos partidos ultras, uno
de izquierdas y otro de derechas, dispuestos a vomitar odio contra todo lo que se
moviese. Y, también, el notorio desprestigio del anterior jefe del Estado
impuesto por Franco. Y en esas
estamos. No sabemos todavía cómo terminará el sainete.
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