jueves, 13 de agosto de 2020

Ratón de hemeroteca



Me considero un ratón de hemeroteca. Entiendo que es un vicio asequible. Me he llevado una grata sorpresa  al repasar la Vanguardia (entonces se decía La Vanguardia Española) correspondiente al domingo 25 de junio de 1950. Así, en su página 7 aparecen tres artículos, no sabría cuál de ellos mejor, de Eugenio d’Ors,  de César González- Ruano y  de Miguel Masriera. D’Ors titula el suyo “Del amaneramiento”; González- Ruano, “Teoría del gran pelmazo”; y Masriera, “¿Se acabó la Física?”. Por gustarme,  hasta me he relamido con los anuncios del faldón inferior de esa página: Un ama de casa lanzando flit contra los insectos; la empresa Tarragona ( en la calle de Caspe, 23) anunciando tornillería y correas trapezoidales; una academia donde se preparaban exámenes de Estado (en la calle Balmes, 2); un  importante mayorista de bicicletas solicitando un representante (Vergara, 11) y, finalmente, el doctor Ramón Capell se anunciaba como especialista en almorranas, fístulas y enfermedades ano-rectales  (Paseo de Gracia,110). D’Ors, al referirse a las exposiciones que en Madrid organiza la Sociedad Española de Amigos del Arte, hace referencia al amaneramiento y al estilo, donde sería necesario entenderse. “Decimos que hay amaneramiento -señalaba D’Ors- cuando una solución estilista ha descendido ya de su originalidad primera, pero sin entrar todavía en la consagración del canon. En la originalidad no hay todavía amaneramiento: la cosa es clara. Pero en el canon no hay ya amaneramiento: esta es una idea que nos importa adquirir. ‘Maniera’ es una palabra italiana. Y ‘amaneramiento’ es una palabra española”. Mantiene González-Ruano, magistral como siempre, que “el gran pelmazo es flor de verano. En invierno, e incluso en primavera, el gran pelmazo está dormido como un quelonio, que vive su letargo. Seriamente nos hemos preguntado muchas veces: ¿Dónde se mete el gran pelmazo hasta que avanzado junio sale a la superficie urbana cada día, desde por la mañana dispuesto a beberse toda la paciencia del desgraciado que cae en su tenaces garras?”.Supongo que en la mesa de cafetín de “Teide” observaría a infinidad de pelmazos pululando a su alrededor como moscas cojoneras. En “Teide” el camarero le guardaba pluma de untar en tintero  y un paquete de holandesas, cuyo convoy se lo entregaba a González-Ruano cuando éste se lo demandaba para escribir sus artículos diarios, siempre de gran originalidad. Miguel Masriera i Rubio químico y profesor en la Universidad de Barcelona era pariente de orfebres y de excelentes pintores, y estaba por completo dedicado a la docencia. Llegó a escribir en La Vanguardia cerca de 1.200 artículos de divulgación científica, el primero de ellos el 26 de febrero de 1921 y el último poco antes de su fallecimiento, el 22 de agosto de 1981. El último de sus artículos apareció en La Vanguardia el 8 de julio de ese año. Se titulaba “La búsqueda de lo absoluto: un  científico habla de arte”.

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