miércoles, 19 de agosto de 2020

Aguinaldos



Por aquellos años de mi juventud perdida para siempre parecía normal que el cartero, el sereno, el basurero, el portero y el que metía el periódico cada mañana por debajo de la puerta llamasen al timbre y entregasen a la persona que abría la puerta una tarjetita deseando felices fiestas navideñas. Había tarjetas para todos los gustos, algunas contenían hasta versos alusivos a su oficio. Javier Rodríguez (Diario Montañés, domingo 15 de diciembre de 2019) cuenta una anécdota que transcribo: “Se cuenta de un cierto niño cántabro que hoy peina canas al que su mamá, que iba a salir de casa para hacer un recado, le dijo: «Si llaman a la puerta no abras ni contestes, porque va a venir un señor a pedir el aguinaldo y no tenemos dinero». Salió del hogar unos minutos la señora y al poco tiempo entró en escena uno de los peticionarios del aguinaldo. Ante su reiteración apretando el timbre de la puerta, respondió sin abrirle la criatura: « ¡No insista, señor, que me ha dicho mi madre que le diga que no hay nadie porque no le quiere pagar el aguinaldo!». Al regresar la progenitora y preguntarle si había venido alguien, el nene le explicó con naturalidad lo acontecido. Y casi le da un patatús, claro”. Hoy ya casi nadie da propinas. Porteros van quedando pocos, los serenos desaparecieron, los carteros dejan la correspondencia en los buzones del portal y nadie mete la prensa con faja por debajo de la puerta de la calle. Ahora, por no conocer, ya no conocemos ni a los vecinos de escalera. Resulta entrañable esa foto bilbilitana, posiblemente de principios de los 60, donde puede verse a un guardia municipal dirigiendo el tráfico en la intersección de Sixto Celorrio con la N-II al tiempo que un compañero suyo, en la acera de enfrente, custodia los “aguinaldos” que algunos conductores les hacían entrega con motivo de la Pascua de Navidad. Es de suponer que al término del servicio se los repartirían entre todos los compañeros, que por aquellas fechas no llegarían a una docena, quince a lo sumo. A los agentes de la Autoridad Municipal había que tenerlos contentos aunque sólo fuese una vez al año, no para comprar voluntades sino para agradecerles el interés que siempre ponían en el cometido de sus funciones.

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