domingo, 30 de agosto de 2020

Perder claror



“La Torre del Oro” es una zarzuela en un acto con texto del malagueño Guillermo Perrín Vico (licenciado en Derecho, no ejerciente) y el gijonés Miguel de Palacios Bruguera (médico, tampoco  ejerciente), y música de Gerónimo Giménez, que fue estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 29 de abril de 1902.  La trama de la  zarzuela “La Torre del Oro” es simple:  Rosalía (hija del tío Pepe, dueño de una venta) es novia de Paco y abandonada por éste al ennoviarse con Soledad, que en un momento dado pide a Antoñito (alias El Retirado, palmero)  que mate a Paco. En medio de la refriega verbal aparece  El Lechuza, jaleador de juergas. Al final, la sangre no llega al río. Todos son disparos de fogueo. La sevillana Torre del Oro, que se iluminó por encima de lo que era habitual para homenajear a los sanitarios durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus, aparece ahora triste, como en penumbra. Así lo señala Ramón Reig en un artículo espléndido, como casi todos los que escribe, aparecido hoy en El Correo de Andalucía. “Me moriré -señala Reig- sin saber los secretos de la mal iluminada Torre del Oro ni los de la Torre de la Plata a la que conocí tapada por las antenas de televisión. Espero que pronto todo el entorno de la Casa de la Moneda no sea un aparcamiento y espero por supuesto que la Torre de las Doce caras vuelva a ser de oro de noche y de día”. Sevilla tiene luz. Sevilla tiene vencejos, acharolados y limpios, que vuelan rasantes sobre el Guadalquivir y cuentan en Triana lo que sucede en la calle Feria, o en Heliópolis, o en la Puerta Osario. Cuando la Torre del Oro pierde claror en la noche, algo con mal fario sucede. En fin, como escribía  José Manuel Bermudo en el diario Sur (04/10/2018):  “Todo es cuestión de percepciones personales. Hasta hay quien dice no ser supersticioso porque da mala suerte”.

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