miércoles, 17 de marzo de 2021

Ir a Zaragoza

 

 

Recuerdo que, hasta hace pocos años, para los vecinos del barrio de Arrabal cruzar el Puente de Piedra significaba " ir a Zaragoza". Cruzar el Ebro, con un cierzo que casi te levantaba en volandas, era toda una aventura. A Zaragoza se iba para comprar en el Mercado Central la comida de toda la semana, para hacer una visita a la Pilarica, para ver escaparates antes de decidir comprar algo de ropa,  para hacerle una visita a un pariente hospitalizado, o para un entierro. Poco más, salvo que tuvieses el currelo en una oficina o en una tienda. Los domingos era diferente. Ese día te ponías camisa blanca, corbata y el único traje que tenías y pasabas el puente con la esperanza de poder hacerte con una entrada, aunque fuese de reventa, para ver una película en Tod-AO, tomar unas cervezas en Las Vegas o un bocadillo de calamares en La viña P, o sentarte en  El Plata y ver cantar en directo a Mary de Lis o a las  Hermanas Castillo. Había tres músicos: un saxofonista, un batería y un pianista, don Julio, que era de Gallur. Años más tarde, durante el largo cierre del café-cantante pude ver a ese pianista interpretando tonadillas cada noche a petición de los parroquianos en La Pianola, en la calle del Temple. Era un hombre muy serio. Entre pieza y pieza, entre tango y mazurca, daba unas bocanadas a su cigarro de Ideales; que, de inmediato dejaba sobre un platillo a modo de cenicero para proseguir con su faena. Al terminar cada interpretación, don Julio volvía a encender aquel cigarro liado que se había apagado lentamente, del mismo modo en el que se fue consumiendo sin saber cómo ni de qué manera aquella moda decadente de la interpretación en directo entre un guirigay de jóvenes con un vaso largo en la mano y el deseo de que nunca se terminase la juerga nocherniega, entre el sonido del “Ven, y ven y ven, cielito vente conmigo” de la vieja pianola desarmada de rollo perforado y los sorbos de caipiriña con sabor a esos mares del Sur que nos contaba en sus novelas Stevenson y que nunca llegamos a conocer.

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