lunes, 22 de marzo de 2021

Lo cortés no quita lo atahualpa

 


Se pueden cambiar nombres de calles sin modificar las placas, como ha sucedido en la  localidad cordobesa de Belalcázar, donde su alcalde, el socialista Francisco Luis Fernández Rodríguez, ha procedido de un modo salomónico para cumplir con la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre). La placa hasta ahora existente enaltecía a Santiago Cortés González, capitán de la Guardia Civil destinado en Jaén al comienzo de la Guerra Civil y que encabezó la sublevación de unos 200 agentes y alrededor de 1.000 civiles en el santuario de Nuestra Señor de la Cabeza, situado a 32 kilómetros de Andújar, durante un asedio que duró nueve meses. Entre tanta polvareda desapareció la imagen de la Virgen de la Cabeza (que recordaba la supuesta aparición en la Sierra de Andújar la noche del 12 de agosto de 1227 a un pastor de Colomera, Juan Alonso Rivas) y la vieja ermita (que después fue santuario y hoy tiene rango de basílica menor) quedó prácticamente destruido. Fue reconstruido por la Dirección de Regiones Devastadas, que contó a menudo con los trabajos forzados de presos políticos.  En 1949 se rodó una película donde se cuentas los hechos acaecidos (edulcorados por el régimen franquista) que se tituló “El santuario no se rinde”, dirigida por Arturo Ruiz Castillo (1910-1994), que en su juventud había sido colaborador como técnico y dibujante con Federico García Lorca en el teatro ambulante La Barraca y en el impulso de los camiones-librerías de la Agrupación de Editores Españoles. Durante los años 1934 y 1935 el Patronato de Misiones Pedagógicas distribuyó más de cinco mil colecciones en las escuelas de pueblos y ciudades, poniéndolos a disposición de todos los vecinos. En este sentido, recomiendo la lectura de “La política del libro durante la Segunda República: socialización de la lectura” (Ediciones Trea, 2003, 544 pág.) de Ana Martínez Rus. El santuario fue visitado por Isabel II en 1862; y en 1926 por su nieto Alfonso XIII, aprovechando una visita a las obras de construcción del embalse del Jándula. Como decía al principio, la placa que hasta ahora enaltecía el supuesto coraje del sublevado capitán Santiago Cortés González ha sido cambiada por otra, en honor de otro militar, el capitán Antonio Cortés Medina, vecino del mismo pueblo, que luchó al servicio de la República, donde llegó a ser capitán y que más tarde fue encarcelado en Carabanchel y más tarde en Alcalá de Henares por el franquismo. En ese sentido, Emilio Martínez Sánchez hizo unas puntualizaciones en su artículo “Antonio Cortés Medina, ‘el Capitán’ y Josip Broz, Mariscal Tito” (17 pueblos de los Pedroches, 14/06/19) sobre una anterior publicación de Joaquín Chamero tras el fallecimiento de Fernando Serena Medina. Resumo el final: “Maestro de profesión, luchó a las órdenes de Líster en la Casa de Campo, en el Puente de los Franceses y en algunos pueblos del sureste madrileño; y en poco más de un año, en junio de 1938 se incorporó, ya como capitán, en alguno de los batallones de la XXXVI Brigada mixta, comandada por Justo López de la Fuente y encargada de la defensa del Barrio de Usera. Una vez excarcelado puso una escuela privada. Leal a sus principios, se implicó en la guerra del maquis, no como hombre de acción sino como responsable de logística militar y, posiblemente, como administrador, lo que le llevo, el 25 de julio de 1945 a las cárceles de Talavera de la Reina, penal del Puerto de Santa María, Cárcel de Córdoba y Hospital Psiquiátrico militar, de donde salió, para morir en casa de sus hijos Inés y Felipe. Se pasó en la cárcel 45 años de los 72 que vivió, muchos de ellos posiblemente lobotomizado y, como consecuencia, despersonalizado: es decir, el 62% de su trágica existencia, lo vivió apartado de quienes amargamente tuvieron que soportarla; su mujer, Amparo, hermana de mi madre, y sus tres hijos, Petrini, Felipe y Antoñito. Murió el 10 de febrero de 1987”.

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