lunes, 29 de marzo de 2021

Los nuevos "sonderkommanders"

 


L
o que está sucediendo en Madrid me recuerda la película “La zona gris”, basada en la novela de la novela de
Miklos Nyiszli, donde uno de los últimos sonderkommanders se rebela contra los nazis de un campo de concentración ante la proximidad de su muerte. Los sonderkommanders eran los judíos encargados en el campo de exterminio alemán de Auschwitz-Birkenau de hacer entrar a miles de personas en la cámara de gas, arrancarles los dientes de oro, despojarles de todo lo valioso, cortarles el pelo después de muertos, introducirles en un horno y tirar sus cenizas a un río. A cambio, esos judíos recibían comida, cierto trato de privilegio y una muerte un poco más allá de la fecha prevista. La derecha madrileña apoya a Díaz Ayuso sin fisuras, esperando la promesa a los empresarios de la rebaja de medio punto del IRPF y manteniendo, en contra de lo que afirman los expertos sanitarios, la prioridad de “salvar” la hostelería y los locales de ocio nocturno por encima de la salud. La llegada masiva de ciudadanos franceses a Madrid, donde se permiten cosas prohibidas en París, y el vergonzoso espectáculo de borracheras y situaciones estrambóticas que éstos dan en la noche madrileña, ponen de manifiesto que España, por desgracia, es diferente. A nadie se le escapa que la llegada de turista ha supuesto para las arcas del Estado hasta el 15% del PIB. Pero el coronavirus todo lo ha trastocado y el chiringuito hispano se encuentra en sus peores momentos. Con estos bueyes hemos de labrar. Es lo que toca. Los políticos de la derecha, como digo, han hecho suyo el dicho de “cuanto peor, mejor”. Unos miran de reojo la subida de Vox, que tiene forma oblonga, como si fuese el coco; otros huyen a botepronto como ratas presurosas del barco de Ciudadanos; y el presidente del Gobierno endosa a los presidentes autonómicos su responsabilidad sobre la pandemia. Y en las reuniones periódicas del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, donde se establece un marco común de actuaciones coordinadas y de recomendaciones, siempre aparece como guinda del pastel la nota discordante de los responsables de la Comunidad de Madrid; que, sorprendentemente, se oponen por sistema a los acuerdos consensuados. Se está dando la paradoja de que un madrileño puede ir desde Barajas hasta París, presentando la PCR que exige Francia. Sin embargo, si reside en Toledo, donde no hay aeropuerto, no puede cruzar en coche a Madrid para tomar un vuelo salvo que cuente con una causa de fuerza mayor. La revista Paris Match se hace eco del contraste entre el Zendal (que costó un Congo) donde los pacientes no tienen visitas, ni televisores, ni privacidad, con las calles madrileñas, donde reina el desmadre. Pero Díaz Ayuso, pese a las recomendaciones de los virólogos, sigue manteniendo que” hay un ligero descenso en la incidencia”. Miente. También los sonderkommanders que la encumbran.

 

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