martes, 23 de marzo de 2021

Los chistes de Franco

 


Mantenía Concepción Arenal que entre los que son igualmente malos no hay paz si no es la impuesta por el miedo de alguno que es peor. Me viene a la cabeza aquel eslogan franquista de 1964, donde en todos los bares y teleclubes de pueblos y aldeas se colocó un cartel que rezaba “25 años de paz”. Qué gracia, si no fuese por los miles de fusilados que permanecían silentes en cunetas y barrancos. El miedo paraliza, despersonaliza, tiene un gran impacto en las vidas de las personas y facilita que se hagan o dejen de hacer ciertas cosas. En muchos de aquellos bares y teleclubes de aldeas, como digo, también existían colgados en sus paredes carteles que señalaba a la clientela: “Prohibido cantar, blasfemar y hablar de política”. Supongo que también quedaba prohibido, si no de forma expresa sí de forma tácita, contar chistes de Franco.  Aquellos chistes, que los había, se contaban siempre en voz baja. Las inauguraciones de pantanos dieron pie a echar a volar la imaginación de la gente. Había un chascarrillo muy bueno relacionado con la cacareada “pertinaz sequía”: Franco paró en Cuenca e inauguró un pantano. Inauguró otro en Aragón, y llegando a Tarragona, se subió a un estrado y dijo: “¡Pueblo de Tarragona…!”. De inmediato, un ministro se acercó y le comentó al oído: “No, Excelencia, eso de enfrente es el Mediterráneo”. Este fue un país de presos de marrón y de presas de hormigón, pero las iniciales planificaciones hídricas datan del “Plan Gasset”, de 1902 y del Plan de Obras Hidráulicas de 1933, impulsado por Indalecio Prieto. Con el régimen franquista se creó el Instituto Nacional de Colonización, dependiente del Ministerio de Agricultura. Se crearon poblados y se hicieron diversos planes, como el Plan Badajoz, para llevar agua a los secanos y hasta tuvo una variante industrial, llevada a cabo con una filosofía autárquica e intervencionista. Se construyó una azucarera (Azucarera del Guadiana) en La Garrovilla (Badajoz), que empezó a molturar remolacha en la campaña 1969/70. Fue creada para absorber las producciones de remolacha de buena parte de las vegas del Guadiana y Tierra de Barros. El Grupo Ebro, que entonces presidía Francisco Javier Lozano Bergua, se encargó de instalar ese ingenio del azúcar coincidiendo con un momento en el que el desmantelamiento de azucareras en otras zonas de España era progresivo. A mi entender, no cayeron en la cuenta aquellos ministros tecnócratas del franquismo que, pese al dinero puesto en aquel Plan faraónico extremeño, seguía valiendo más una hectárea de tierra de secano en la provincia de Zamora que otra de regadío en Extremadura. Además de ello, los extremeños carecían de cultura remolachera. No se puede luchar contra los elementos. La Azucarera del Guadiana se cerró definitivamente en 1996.

 

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