viernes, 10 de septiembre de 2021

En la muerte de Pepe Verón

 


La muerte de Pepe Verón, esta pasada madrugada, me ha llenado de consternación. Recuerdo haber escrito sobre él en mi blog “In púribus” al menos en dos ocasiones. Una de ellas el 29 de agosto de 2013 (“Instrucciones para cruzar una mirada”), donde destacaba su paciencia para captar paisajes robados. Escribí entonces  que “no sólo los capta sino que los subraya”. Era la víspera de una exposición suya en el Aula Cultual San Benito, con imágenes tomadas entre los años 1979 y 1999. En aquella ocasión dejé escrito algo que ahora me parece interesante recordar: “Me apena que mi amigo Pedro Montón Puerto muriese justo diez años antes de tal inauguración [1982]. Pedro Montón, entonces, como Pepe Verón, ahora, han sido las personas que más amaron la tierra que les vio nacer y eso siempre es un orgullo para sus conciudadanos. Los paisajes robados por la cámara de Verón no son flores de un instante, como sucede con las fotos que en su día hiciera en Zaragoza, detrás de la Lonja, Ángel Cordero Gracia, aquel minutero que disponía de una cámara de madera que incluía todo un laboratorio. Las fotos de Verón, que todavía no he visto,  supongo que contendrán todo el esplín de  la Transición, donde se dejará notar la mano de todos y cada uno de los alcaldes que dejaron su impronta, o sea, del médico José Galindo Antón,  del panadero Jorge Sánchez García y del empresario Fernando Martín Minguijón”. En la otra,  (“José Verón” (21 de marzo de 2014) hacía referencia a que acababan de otorgarle el merecido  “Premio de las Letras Aragonesas 2013”;  y que, con ese motivo, Antón Castro le había hecho una entrevista en Heraldo de Aragón. En aquel encuentro, recuerdo que José Verón respondió algo al entrevistador que me dejó pasmado: “Muchos de mis poemas nacen de la reflexión, pero también los hay que surgen como un relámpago”.  Aproveché para recordar algo que para mí fue importante. Escribí textualmente: “Todavía recuerdo cuando, en septiembre de 1995, la Peña Taurina “Litri” me concedió un  premio de narrativa por un modesto trabajo. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, todavía recuerdo a Verón en el salón de la UNED alegrándose de que me hubieran concedido ese galardón. También recuerdo sus palabras: ‘No ha sido fácil. Había otros relatos de gran calidad’, me dijo. Yo estaba seguro de que así era y de que él me había ayudado de alguna manera. Y, desde entonces, conservo en casa un relieve en bronce que representa el interior de la Plaza de Toros,  también conocida como  Coso de Margarita, inaugurada el día de la Virgen de la Peña de 1877, con toros de López Navarro y lidiados por Frascuelo y Ángel Pastor”. José Verón también tomó su alternativa, como los toreros de postín. Tomó el testigo de Cronista Oficial de Calatayud a la muerte de Pedro Montón, mi amigo carbonero muerto que solía frecuentar la taberna del Patas Cortas, aquel  ‘entrañable zamorano que sólo servía vino, tomate crudo y sardinas rancias’. Siento tu marcha, Pepe. Estoy seguro que sigues vivo entre tus amigos, que somos legión.

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