miércoles, 1 de septiembre de 2021

Cristo y los fariseos

 


Una noticia aparecida ayer en Heraldo de Aragón me llena de asombro. Señala: “Investigan el robo de 40.000 euros recaudados en las tiendas de recuerdos de la basílica del Pilar. La sustracción se produjo en el edificio del Cabildo en la plaza de la Seo, donde había sido trasladado el dinero”. Pero mi pasmo no está relacionado con ese dinero hurtado, sino el hecho de saber que ese dinero es el montante de las ventas practicadas en los dos chiscones de venta de recuerdos marianistas existentes en el interior de la basílica, según aclaran los clérigos “durante el pasado fin de semana y algún día más”. Y, por supuesto, exentos de impuestos. Queda claro que, si en un fin de semana y “algún día más” se generan tales ingresos, se entiende por qué no se cobra entrada para penetrar en el interior de esa la basílica, como sí sucede con la Seo, que se arregló por dentro y por fuera en gran parte con dinero público , una vez terminadas las interminables obras, el Arzobispado se encargó de hacer pasar por taquilla a los visitantes, como viene sucediendo en Toledo, en Barcelona, en Sevilla, en Burgos…, ¡y hasta en la colegiata de Toro! Perdón, se me olvidaban la inmatriculaciones de la Iglesia Católica que excepcionalmente no las hacen los notarios, cuyo catálogo entre el periodo 1998-2015 incluyen todo un variado abanico de distinta naturaleza, merced a la modificación de la Ley Hipotecaria llevada a cabo durante el Gobierno de Aznar. En virtud de esa modificación de la norma del primer Gobierno del PP, la Iglesia Católica pudo certificar propiedades emblemáticas, como la Mezquita de Córdoba o la catedral de León, pero también viviendas, solares, garajes y aparcamientos e incluso viñas, fincas, frontones o huertos con una simple certificación eclesiástica. Se llevó la palma de inmatriculaciones  Castilla y León (10243) mientras que el País Vasco hubo (88). En total, sólo de aquel periodo,  más de 35.000 bienes fungibles y no fungibles. Por eso estimo que el hurto de 40.000 euros descubierto en Zaragoza parece algo de exigua significación. Pero ello no significa que el delito deba quedar impune. Al César lo que es del César.

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