jueves, 30 de septiembre de 2021

Tirar de las orejas

 

Hoy, en El Confidencial aparece la expresión “tirar de las orejas” dos veces en la planilla de inicio. Una: “Rajoy y González dan un tirón de orejas a Sánchez y Casado para renovar el CGPJ”.  Y dos: “El Banco de España tira de las orejas a la banca por su excesivo optimismo”. Parece ser que en la antigüedad, los orientales sentían una gran devoción hacía las orejas y estaban convencidos que cuanto más largos fuesen los pabellones auditivos mayor sería el grado de sabiduría del que los poseía. Por lo visto, la sabiduría, también la experiencia, estaba relacionada con la edad, si se tiene en consideración que tanto la nariz como las orejas se agrandan con el paso de los años. Todos recordamos la nariz puntiaguda y afilada de Pinocho, aquella marioneta de madera que Geppetto talló en su taller, que le crecía cuando decía mentiras. Sobre éste se hizo un cuento para niños que más parecía sacado de una novela de Poe. Con el tiempo se fue dulcificando el relato, sobre todo en la versión de Saturnino Calleja. Pero lo cierto era que en el primer relato aparecen las figuras de un zorro y un gato que intentan por todos los medios perseguirle y quitarle a Pinocho unas monedas de oro que se había escondido dentro de la boca. Al final lo atrapan y deciden ahorcarlo en una encina. Pero tirar de las orejas era algo que, recuerdo, hacía el maestro cuando los escolares cumplíamos años. Y, para más inri, aún nos daba otro tirón de propina. Nunca entendí entonces, ni entiendo ahora, qué diablos tenía que ver la edad con las orejas. Supongo que sería el deseo del maestro de que el educando adquiriese una vida futura llena de sabiduría y longevidad. No encuentro otra explicación.

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