jueves, 29 de diciembre de 2022

Agua pasada que remueve Molino


Estos días pasados me han regalado dos libros; “Un tal González”, de Sergio del Molino y “El director”, de David Jiménez. Ando enfrascado con el primero de ellos, todo un  cronicón donde Felipe González vertebra el relato de una época convulsa donde se mezclan muchas cosas en un combinado subjetivo. He leído algo más de cien páginas y parece interesante. Para mí que Sergio del Molino ha  cocinado un “guiso” en la olla exprés de su mollera a base de reiteradas consultas en “Cambio 16” (y lo digo por tener en casa encuadernados casi todos los números del periodo comprendido entre los años 74-82, es decir, desde los primeros 100 días del Gobierno presidido por Arias Navarro hasta la negociación de los salarios para 1883 entre sindicatos y CEOE; o desde la degustación del ‘arrós a la terra’ probado por Xavier Domingo en Mahón, que no llevaba arroz sino trigo fermentado, tropiezos de cerdo y legumbres, hasta los entonces nuevos sellos sobre la Flora de Botswana, el antiguo protectorado de Bechuanalandia en los tiempos del colonialismo británico, donde figuran hongos) y la angostura de conversaciones imaginarias, para darle cuerpo a un cronicón, como digo, cuyo eje central (ese tal González) es un joven abogado laboralista sevillano, que quemando gasolina en un utilitario por infames carreteras estaba dispuesto a comerse con patatas al viejo Rodolfo Llopis en el Congreso de Suresnes y formar un  PSOE, sector renovado, tras haber abandonado el marxismo y haberse centrado en la conquista del poder con el apoyo del sueco Olof Palme, el alemán Willy Brandt y el francés François Mitterrand, un socialista que ocultó al máximo sus vínculos con el régimen colaboracionista de Vichy y sus veleidades ultraderechistas de su etapa juvenil.

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