Chapurreau
El Diario de Teruel entrevista a Javier
Giralt, presidente de la Academia
Aragonesa de la Lengua, que lleva un año en su andadura. Giralt hizo una
tesis doctoral sobre el habla de la comarca de La Litera y es profesor de
Filología Catalana en la Universidad de Zaragoza. Leo atentamente la entrevista,
donde Giralt reconoce que “existen reductos de aragonés en la zona pirenaica y
de catalán en la zona oriental”, conocida como la Franja, y que “existe el
peligro de que se aminore el uso dialectal como consecuencia de la despoblación”.
Lo cierto es que en el dialecto aragonés
no existe normativa ortográfica ni un riguroso diccionario al uso. Con esos
mimbres no se puede hacer un buen cesto. El chapurreau,
a mi entender es una mezcla entre catalán y castellano que dificulta el
entendimiento, que es para lo que sirve una lengua, es decir, para entenderse,
y con ello no pretendo convertirme en un intransigente redomado. Pero una cosa
es que las costumbres no deben perderse y otra muy distinta que desde las
Instituciones se pretenda que los aragoneses comulguen con ruedas de molino. En
pocos años se han creado diversas academias en esta despoblada región: de
Gastronomía, de la Jota, de la Lengua Aragonesa… Una cosa es que los territorios catalanes se
constituyeran en parte integrante de la Corona de Aragón en el siglo XII y otra
muy distinta que se pretenda oficializar a día de hoy la lengua catalana en los
centros docentes aragoneses. La Corona de Aragón fue el resultado de una unión
dinástica pactada entre el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Petronila
I, llamada así por haber nacido en Huesca el día 29 de junio de 1136,
festividad de san Pedro. Pero de
acuerdo con las Capitulaciones de Barbastro,
Ramiro II el Monje (llamado así por
haber sido con anterioridad a su reinado, tras la muerte de su hermano Alfonso I, obispo de Roda-Barbastro) nunca
cedió su dignidad real y Aragón y Cataluña mantuvieron por separado tanto leyes
como costumbres en ambos territorios. Lo
que sí me consta es que existe un “Vocabulario
del alto-aragonés (de Alquézar y pueblos próximos”) escrito por Pedro Arnal Cavero; un “Diccionario aragonés” de Rafael Aldolz (Mira editores); y un “Diccionario dialectal del Pirineo aragonés” de Gerhard Rohlfs (Institución “Fernando
el Católico”, Zaragoza, 1985). Pero de ninguna de las maneras Aragón puede
considerarse una región trilingüe como algunos pretenden. Yo diría que en nuestros
731 pueblos, muchos de ellos semidesiertos, se habla en castellano, en
ocasiones vulgarizado, como reconocía Víctor
García de la Concha en 2010, durante un seminario en San Millán de la Cogolla.
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