miércoles, 28 de diciembre de 2022

El mataniños Herodes

 


No cabe duda de que Herodes I el Grande fue un paranoico de mucho cuidado. Mandó asesinar a su suegro Hircano II y a su cuñado Costobar. También a sus hijos Alejandro, Aristóbulo y Antipatro. Y por si todo ello fuera poco, Y por si todo ello era poco, mandó matar a su mujer, Marianne, pese a amarla. Tanto la quería que para mantener vivo su recuerdo la mandó embalsamar en una piscina de miel, y durante largo tiempo vagó por los pasillos de su palacio conversando con su fantasma. En sus últimos momentos, seguro de que nadie lamentaría su pérdida, mandó ejecutar a los nobles más destacados, para que así sus vecinos lloraran su muerte. Pero, pese a su crueldad manifiesta, se cuenta que fue el mejor rey de la historia de Judá. Lo de la matanza de inocentes es obra salida del magín de Mateo. El relato de ordenar matar a los niños de Belén menores de dos años, dando por hecho que entre ellos se encontraría el futuro Mesías, fue una forma de forzar mediante el relato el cumplimiento de una profecía de Jeremías. En el protoevangelio de Santiago (donde se describen las doce tribus de Israel) se cuenta otra versión: que Herodes buscaba al hijo de Zacarías, al que suponía el potencial rey. Pero el niño había sido escondido por su madre Isabel en una cueva. Según este libro apócrifo, el futuro Juan Bautista habría sido la causa real de la masacre de Herodes. Solo la Iglesia Católica  denomina “inocentes “  a aquellos supuestos niños asesinados (se desconoce su número) en un relato sobre el que no hay constancia de los hechos descritos por Mateo (cap. 2.13.17), más tarde reflejado en el famoso cuadro de Rubens. Claro, pretender contar ese relato a los niños de hoy, que no estudian en su mayoría la asignatura de Religión en la enseñanza púbica de un Estado no confesional, como es el nuestro, resulta harto complicado. Tal vez por esa razón, las “inocentadas” han dejado de tener sentido. El monigote de papel pinchado en la trasera de la chaqueta es algo que aparecía en las viñetas de los tebeos que leían sus padres, o sus abuelos, como la pastilla de jabón donde el protagonista de la historieta resbalaba en la bañera, la persecución en la calle por el sastre, o el pollo de Carpanta. Tampoco la prensa se anda con bromas. Parece cierto que la ignorancia inconsciente es preferible a la estupidez informada, como sostiene Brandon Sanderson, autor de novelas de fantasía.

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