viernes, 9 de diciembre de 2022

Leguina


 La primera constancia que se tiene de la frase “estar en misa y repicando” aparece en 1887 en la obra “Fortunata y Jacinta”, de Benito Pérez Galdós. Dicho de otra manera: no se puede estar sentado en un banco del templo escuchando la misa y, a la vez, en el campanario haciendo sonar las campanas. Algo parecido a lo que ha estado haciendo Manuel Leguína durante mucho tiempo, es decir,  militar en las filas del PSOE, por un  lado, y apoyar a Díaz Ayuso en los programas matinales de Herrera, por otro. A Leguina, también a Nicolás Redondo Terreros, ya se le abrió expediente de expulsión por parte de la Ejecutiva Federal del PSOE en 2021 por su presunto apoyo incondicional a la candidata del PP en la Comunidad de Madrid. La diferencia fue que por Redondo Terreros intercedieron los socialistas vascos y su expediente quedó congelado, algo que no ocurrió con Leguina, al que los “supuestos compañeros” le dejaron con el culo al aire. Cuando perteneces a un club debes acatar las normas, o marcharte sin hacer ruido. A mi entender, a Pedro Sánchez no le gustó el libro de Leguina “Pedro Sánchez: historia de una ambición” (Espasa) donde, al parecer de un grupo de socialistas inicuos,esos que no tienen redención posible, calificaba al actual presidente del Gobierno de “killer”, “desconfiado” y “enigmático”. No es del todo cierto. Y la mentira a medias es la peor de las mentiras, la que más mina a quién la sufre. En el preámbulo de aquel libro, como digo, Leguina recordaba una entrevista  a Arturo Pérez Reverte, donde el académico de la Española calificaba de “killer” a Pedro Sánchez. Decía textualmente: “los ha matado a todos: en su partido, a Felipe González y a Alfonso Guerra. En la oposición, a Rajoy...”. A lo que Leguina añadió, y eso sí es cierto, que Pérez Reverte “se quedó corto”. Él sabrá a qué se refería. No es de extrañar, en consecuencia, que en el seno del PSOE se la tuvieran jurada desde entonces y que con esos poluos se fizieron esos lodos’, que, dicho sea de paso, la frase se atribuye al marqués de Santillana. Que te larguen de algún sitio no tiene demasiada importancia. A mí me echaron de algunos, de otros me marché voluntariamente después de otear el panorama brumoso. Lo que verdaderamente importa es no perder nunca  la dignidad ni ceder cuando se está en desacuerdo, propio de pusilánimes. Decía Saramago que “la dignidad no tiene precio. Cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido”. Saramago estaba en lo cierto.

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