martes, 28 de noviembre de 2023

Entre lo ecológico y lo místico

 

De entre las cosas prohibidas durante las fiestas navideñas está poner musgo en los nacimientos, colgar coronas de acebo en las puertas de casa y arrancar abetos para adornarlos con guirnaldas y luces. En Aragón, arrancar musgo, muérdago y acebo en el campo está penado desde 1986. También, su venta en mercadillos. Los musgos, que crecen sobre rocas y cortezas de árboles, son  fundamentales para contribuir a la formación y conservación de los suelos y evitar la erosión, al retener agua y favorece la germinación de semillas. La tala de abetos de forma descontrolada tampoco está permitida por razones evidentes, salvo que procedan de viveros. El acebo tiene un gran valor ecológico por suministrar refugio y alimento a la fauna silvestre durante el frío invernal, además de ser uno de los principales alimentos de los urogallos, en peligro de extinción. El muérdago posee hojas  brillantes y ovaladas enfrascadas en un verde oscuro intenso. Sus flores destacan por sus colores blancos o rosados y se agrupan en densos racimos de drupas que asemejan bayas. Es símbolo de suerte y existe la costumbre en muchos pueblos de España de que cada 13 de diciembre, festividad de santa Lucía, se queme para ser sustituido por otra rama fresca. A decir verdad, esos ritos y esas fiestas navideñas proceden de las Saturnales en honor a Saturno, dios de la Agricultura en tiempos de los romanos. Tenían lugar entre los días 17 y 23 de diciembre celebrando el comienzo de un nuevo año. La Iglesia católica, muy habilidosa, reinventó estas fiestas paganas haciéndolas coincidir con el nacimiento del Mesías para acabar con las antiguas celebraciones paganas, de la misma manera que siglos más tarde erigiría templos sobre viejas mezquitas y transformaría minaretes musulmanes (desde las que se llamaba a la oración por los almuédanos en las horas de oración) por torres de campanarios durante la Reconquista. Un ejemplo claro lo tenemos en Sevilla, con la Giralda. La parte inferior de la torre corresponde al alminar de la antigua mezquita almohade de finales del siglo XII, mientras que la parte superior es una construcción sobrepuesta en el siglo XVI para albergar las campanas. Posteriormente se le añadió una veleta que se conoce como giraldillo. Ocurrió a partir de 1248, cuando Fernando III de Castilla, tras conquistar la ciudad, consagró esa mezquita como templo cristiano. A mi entender, a la palabra “ermita” habría que anteponerle la sexta consonante de la lengua española, o sea, la “hache”, a modo de espadaña. Quedaría como más espiritual. De hecho la palabra “hermita” es posible en nuestro idioma aunque solo si se hace referencia al diminutivo de “herma”, descrita como un tipo de escultura, específicamente a un busto sin brazos colocado sobre un estípite. Aquí lo dejo. Que pasen un buen día.

 

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