martes, 14 de noviembre de 2023

Feijóo y el mítico "Shangái"

 


Enrique Somavilla, en El Diario Montañés, recuerda hoy que “en la apacible y soleada tarde  del 3 de noviembre de 1893, Santander estuvo a punto de desaparecer como Capital de la Montaña cuando la proa del “Cabo Machichaco”, un barco anclado en el puerto de la ciudad, saltó por los aires”. Han pasado 130 años y todavía se recuerda aquel desastre. Y el  día 18 de agosto de 1947 se produjo la detonación accidental de un depósito de explosivos de la Armada en Cádiz. El ruido de la deflagración fue tal magnitud que  fue escuchado en Sevilla y hasta en Portugal, donde creyeron que se trataba de un temblor sísmico. Son sucesos que no deberían olvidarse. Mañana, en la Cámara Baja, es posible que los gritos de la derecha no dejen escuchar lo que contará Pedro Sánchez, justificando la amnistía a los insurrectos del Procés. La gente tiene memoria selectiva. ¿Alguien vio por las calles de nuestras ciudades manifestaciones tras la aprobación por las Cortes Españolas (así se llamaba entonces el Congreso de los Diputados) la amnistía del 77? Han pasado 46 años de aquel perdón a criminales de guerra y responsables de torturas a presos políticos en el centro de Madrid, en la Puerta del Sol. Entonces se justificaron crímenes de lesa humanidad como paso previo a una Constitución, la del 68, después de haber hecho borrón y cuenta nueva. Pero si entonces se hizo borrón y cuenta nueva, ¿por qué se mantuvo la monarquía a dedo impuesta por Franco en la persona de Juan Carlos de Borbón sin haber consultado previamente a la ciudadanía qué modelo de Estado deseaban? España, aunque parezca absurdo, era un reino sin rey desde 1947; y Franco, sin derecho alguno para tal menester, expendía títulos nobiliarios, se permitía nombrar obispos de entre una terna presentada ad hoc y penetraba en los templos bajo palio, al modo que lo utilizaron los reyes de España desde los visigodos hasta 1931 y, también, los reyes de Francia y algunos monarcas ingleses. En resumidas cuentas, si con la amnistía de los insurrectos del Procés, el traspaso del chacachá de los trenes de cercanías y la condonación de parte de su abultada la deuda se reducen tensiones con Cataluña, sea bienvenida esa medida de gracia del Gobierno en funciones. Los agravios comparativos con respecto a otras regiones, que los hay, son inevitables daños colaterales. Pero la mascletá ofrecida durante casi dos semanas por los ultraderechistas en los aledaños de la madrileña calle Ferraz  y las manifestaciones en todas las capitales españolas el pasado domingo auspiciadas por el Partido Popular, que pedía nuevas elecciones generales cuando creía haber quemado al centenario PSOE, demuestra la incapacidad de Núñez Feijóo para instalarse de inquilino en la Moncloa. Ha podido comprobar ese perdedor, como también lo pudo comprobar Fraga en su día, que España no se reduce a Galicia y que su ambición política solo es comparable a aquel viejo “Shangái” , de 1.279 kilómetros de recorrido, que enlazaba Vigo-La Coruña con Cataluña en casi 37 horas. Por cierto, aquel apodo ocurrente lo puso el monfortino Ángel Rodríguez López, que después de haber sido muchos años ferroviario estudió Derecho y hoy dispone de un despacho de abogados junto a su hija en Pontevedra. Aquel famoso “Shangái”, digo, puesto en marcha en 1949,  hacía el siguiente recorrido: Barcelona – Zaragoza – (Ariza* – Valladolid)* hoy desmantelada su vía – Venta de Baños – León – Monforte de Lemos, y desde ahí por dos ramales a La Coruña o a Vigo. Toda una odisea entre traqueteo, carbonilla y páramos marrones donde el revisor, a fuer de deambular por los pasillos de los coches picando billetes, se antojaba como uno más de la familia.

 

No hay comentarios: