viernes, 17 de noviembre de 2023

Elegía inacabada



 

Pedro García Trapiello, al que siempre leo con agrado en Diario de León, escribe hoy un “requiescant” por las viejas estaciones de ferrocarril desaparecidas, algunas de ellas verdaderas joyas de la arquitectura industrial. Adif acabó con ellas y colocó en sus solares unos apeaderos pequeños y fríos parecidos a paradas de autobuses. García Trapiello se refiere al ferrocarril de La Robla (que unía La Robla con Valmaseda para el transporte de carbón) y a la vieja estación término de León-Matallana, situada en León, también conocido como tren Hullero o tren de Mataporquera. Fue construida en 1923 y estuvo en servicio  hasta 1983, año en que se cerró para volver a ser recuperada diez años más tarde. En 19 de septiembre de 2011 circuló el último tren de vía estrecha por esa línea hoy propiedad de Feve para más tarde ser sustituido ese servicio ferroviario por autobuses. García Trapiello todavía conserva en su memoria “la vieja estampa de sus talleres de reparación, los ajetreados muelles de carga, la plataforma de girar las locomotoras que tanto nos fascinaba, los vagones quietos cargados de ovoides o cock, el trajín de viajeros y bultos al arribar el Mixto, el desembarque de gentes que llegaban de la Valcueva, LaVecilla, Boñar, Cistierna, el norte palentino y hasta de Bilbao... o aquella coqueta cantina, ¡y churrería!, con la hija del churrero que era una beldad y que siendo del barrio de San Esteban llegó a reina de las fiestas por guapa y no de pago, vieja norma en la pretenciosa burguesía tendera de esta ciudad”. Lo cierto es que en la tarde del 30 de mayo de 1923 quedó inaugurado el ramal entre León y Matallana de Torío el Tren Hullero de La Robla a Bilbao. Pocas ciudades tenía entonces dos estaciones de ferrocarril, o tres, si se añade la conexión de Palanquinos del Tren Burra a Valladolid. Pues bien, con ese motivo se celebró en el leonés Hotel Inglés, en la calle Ancha, un banquete en honor del acontecimiento, compuesto por entremeses variados, consomé, salmón a la salsa tártara, solomillo a la perdigó, espárragos a la vinagreta, pollo asado con ensalada y fiambre variado con huevo hilado, postres, vinos, licores, cafés y cigarros. Tristemente, el 29 de diciembre de 1991, el Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente, cuya cartera ostentaba Josep Borrell, decretó la suspensión del tráfico de viajeros de esa línea ante el peligroso estado de sus instalaciones. Y como diría un castizo trianero,”ahí murió El Piyayo”, en referencia al cantaor de flamenco Rafael Flores Nieto, hijo del Perchel y vendedor ambulante de peines que llevaba en el bolsillo superior de su apretada chaqueta como de cantador de milongas. No le dé más vueltas, amigo lector, los mitos, como sucede con las cantinas de los andenes, la carbonilla de las locomotoras, los "mozos del exterior", los guardias de la porra, el olor a sopa de "avecrem", los adioses lacrimosos y los paisajes robados en los largos trayectos nunca mueren del todo.

 

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