jueves, 23 de noviembre de 2023

Falsos estereotipos

 


José Manuel García Bautista, en El Correo de Andalucía, se queja, y hasta puede que con razón, de los falsos estereotipos que los españoles tienen sobre lo andaluz. Cierto es que los ciudadanos tendemos a pintar imágenes distorsionadas de su identidad no solo con quienes residen en otras regiones sino también con los moradores de los pueblos vecinos, a los que se moteja sin piedad. Algunos motes nacen suscitados por un apellido, otros por pura deformación del lenguaje y el resto de ellos se genera de manera totalmente anecdótica y sin que apenas se sepan sus antecedentes por parte de las nuevas generaciones. Todos esos apodos se dividen en dos clases: los ofensivos y los adoptados; estos últimos creados desde el cariño y que en ocasiones les enorgullecen. El hecho cierto es que en algunos pueblos no hay vecino que se salve. Y ahora traslado al lector una anécdota que me contó mi abuelo, natural de Lanestosa. Me dijo que en esa encantadora villa vasca de Las Encartaciones,  alguien, no recuerdo su nombre, fue avisado de que todo el que llegaba no se marchaba de vacío, sin haber sido “bautizado” con el marchamo de un alias. Al enterarse éste, le respondió al que le avisaba que a él no le iba a suceder tal cosa debido a que  “tenía muy mala leche”. Y se quedó con “Malaleche”. Los de  Chirivel, en la comarca de Los Vélez, según plasmó Isabel Vázquez en Diario de Almería (8/8/2010)  fueron más lejos aún, señalando que veinte años atrás el alcalde de entonces creó  un listín telefónico en el que se identificaban los números de todos los vecinos con sus motes. Tanto es así que hasta una estatua encontrada en una excavación en el paraje El Villar, llevadas a cabo en 1985, se encontró una estatua dionisíaca (posiblemente de Antínoo) de mediados del siglo II d. C. Enseguida los chirivelenses le pusieron nombre: “El Chiribello”. Chirivel es un pueblo, como digo, desgajado de Vélez-Rubio en 1859  cruce de caminos y situado a la misma distancia de Granada y Almería que de Murcia, donde no se pusieron nunca de acuerdo ni para saber de dónde procede su gentilicio. Para los arabistas, Chirivel equivale a “el beso de Alá”; Juana de Ibabourou lo tradujo  como el nombre de un pájaro exótico, soñado, inexistente...”; y un obispo de Almería, que estuvo en Chirivel en visita pastoral aseguró que significaba “beso de Dios”, es decir, lo mismo que afirmaban los arabistas aunque arrimando el ascua a su sardina. Solo hubiese quedado conocer la versión del centenario  Antonio “el Ramales” (en la foto), algo que ya, posiblemente, nunca podremos saber.

 

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