jueves, 9 de noviembre de 2023

Nostalgias calibre 36

 


Hoy Pedro García Trapiello está sembrado en su “Algarada elogiada” de El Diario de León, donde hace referencia a un tal Sócrates, un anciano sentado en un café donde hay un corrillo de exaltados patrioteros comentando  la movida de un día sí y otro también frente a la sede del PSOE en Madrid. Sin que le den vela en ese entierro, se dirige a uno de ellos y le suelta: “No pierda usted la paz ni la fe, amigo mío, no hay dos Españas, son sólo una, la misma, pero es bipolar por norma histórica o pluripolar cuando se ataca de nacionalismo aldeano, aunque ocurre que cíclicamente lo bipolar se le excita en brote esquizofrénico y, entonces, se arrea guantazos a sí misma o busca hacer llegar la sangre al río por necesitar la semilla de mártires que justifiquen privilegios, particularidades y el confortable butacón desde el que cavila, especula y embiste”. Parece que ya hay acuerdos bipartitos y que la investidura de Pedro Sánchez no tiene vuelta atrás. No se puede ir a nuevas elecciones llegado a este punto, como aconseja Felipe González. Sánchez sabe que el PP y Vox han quemado al PSOE en la pira de la desacreditación y los insultos. El PSOE, digo, no puede morir lapidado entre abyectas sonrisas como adorno de una liturgia de la derechona, como contaba Cela que pudo acontecer con san Hugo, obispo de Glenoble, si nos atenemos a su descripción en “Oficio de tinieblas 5”, el primero de abril de 1132; y cuyo cuerpo fue expuesto a la veneración en una caja de plata durante cuatro siglos. La derechona con ese persistente olor a naftalina y alcanfor no puede dejar muda a media España enarbolando banderas rojigualdas con el escudo del toro de Osborne en la madrileña calle Ferraz; al tiempo que el Senado, con mayoría absoluta del PP, reforma con tramitación en procedimiento de urgencia el artículo 133 del Reglamento de la Cámara Alta para retrasar la ley de amnistía. Por si todo ello fuese poco, Rocío Monasterio, de VOX, insinúa que Marlaska ha infiltrado grupúsculos violentos en esas concentraciones, al tiempo que Núñez Feijóo pide respeto en las protestas contra la amnistía y responsabiliza a Sánchez del malestar social.  Y en medio de la algarabía, las bengalas y las banderas al viento suenan los gritos de “que te vote Txapote” y llaman “maricón al que no bote” y hasta “masón” al Jefe del Estado. No entiendo nada.  A los españoles nos han tomado, tanto unos y como otros, por niños de orfelinato comidos por la piojera, a los que meter el voto en la urna equivale a echar una moneda en la hucha del Domund. Y así nos va.

 

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