domingo, 2 de febrero de 2025

...y se armó candela

 

 

Hoy es la Candelaria, un rito que se hacían los judíos para purificar a las madres después de cada parto. Lo que no entiendo es de qué se tenían que purificar. La Iglesia católica adoptó los ritos extendidos entre hebreos, griegos y romanos en un raro  cóctel religioso de difícil acomodo para el entendimiento. En el caso de los criminales y adúlteros, éstos, al no poder purificarse por sí mismos, debían recurrir a los farmacos, (así,sin acento), o sea, sacerdotes que practicaban sobre ellos aspersiones de sangre, frotas con cebolla y la colocación en el cuello un collar de higos para ser purificados y poder entrar en los templos. Vamos, un lío.  Iba bien encaminado Nietzsche cuando afirmaba (“El Anticristo”) que “la Iglesia se previene hasta contra la limpieza. La primera medida tomada por los cristianos en España después de la expulsión de los moriscos fue la clausura de los baños públicos, de los cuales sólo en Córdoba había unos doscientos setenta”. Las abluciones, en el Catolicismo, se reducen a unos superficiales lavatorios de una mínima parte del cuerpo para que sea purificado. En la liturgia todo queda limitado a lavarse los dedos el sacerdote tras limpiar el cáliz de vino y agua después de consumir. A continuación se limpia los labios con el purificador, que no debe confundirse con el manutergio, la toalla
con la que el sacerdote se seca las manos después de lavarlas antes de celebrar la misa. Pero para ser más preciso, la verdadera candelaria se formó en el cuarto de Tula, en el barrio de La Cachimba. Se quedó dormida y no apagó la vela. Ay, mamá, ¿qué pasó? Así lo cantaba Ibrahim Ferrer con voz pura y suave, que de niño vendía caramelos y palomitas de maíz en San Luis, cerca de Santiago de Cuba; y que, ya de mayor, se dedicó a limpiar zapatos en las calles de La Habana, el lugar de nacimiento de mi padre.

 

sábado, 1 de febrero de 2025

Ciclogénesis y cabañuelas

 

 

España es el único país del mundo que cuenta con tres reyes, uno menos que los de la baraja de don Heraclio Fournier: Felipe VI, Juan Carlos I y Jorge Rey, el experto en cabañuelas. A los tres reyes, dos de la Casa de Borbón y uno de primer apellido, les deseo larga vida. Al primero de ellos, por ser el jefe del Estado; al segundo, porque no le deseo que le mire el tuerto; y al tercero, por la cuenta que nos trae. No hay cosa peor que el invierno te pille con el culo al aire. Los vaticinios de este joven burgalés se suelen cumplir; y, en consecuencia, deberíamos tocar madera tras sus sorprendentes predicciones sobre borrascas y ciclogénesis explosivas asociadas al frente polar y otros sistemas frontales de efectos devastadores. Vamos, que acierta en sus observaciones. Las cabañuelas no tienen base científica, como tampoco la tienen los milagros, la labor solapada de algebristas y curanderos, ni el ‘Calendario zaragozano. El firmamento’ de Mariano Castillo y Ocsiero, que comenzó a publicarse en 1840 y que llegó a ser como el ‘catecismo Ripalda’ de la gente del agro. Tanto fue así que todavía se dispensa en los quioscos el almanaque. Mariano Castillo, villamayorense de nación (o salsero, si aceptamos el apelativo) dedicó su ‘Calendario’ al astrónomo y médico Victoriano Zaragozano Zapater, que ya en el siglo XVI elaboraba sus propios libritos y fue autor de un ‘Lunario y repertorio de los tiempos’ (1553) basado en otro de Juan Alemany. (No hay que confundirlo con Jerónimo Cortés (1560-1611), valenciano, matemático, naturalista, “maestro de contar” y autor del “Lunario perpetuo”, editado en Valencia por los herederos de Joan Navarro en 1594). Empieza febrero y la Iglesia católica celebra la festividad de san Trifón, un santo anárgiro que tenía poderes para amansar basiliscos y luchar a brazo partido contra las invasiones de roedores y saltamontes. Las cabañuelas de Jorge Rey, como digo, ya han presagiado que febrero será un mes muy ventoso y desapacible. Pues nada, paciencia y a barajar.