España es el único país del mundo que cuenta con tres reyes, uno menos que los de la baraja de don Heraclio Fournier: Felipe VI, Juan Carlos I y Jorge Rey, el experto en cabañuelas. A los tres reyes, dos de la Casa de Borbón y uno de primer apellido, les deseo larga vida. Al primero de ellos, por ser el jefe del Estado; al segundo, porque no le deseo que le mire el tuerto; y al tercero, por la cuenta que nos trae. No hay cosa peor que el invierno te pille con el culo al aire. Los vaticinios de este joven burgalés se suelen cumplir; y, en consecuencia, deberíamos tocar madera tras sus sorprendentes predicciones sobre borrascas y ciclogénesis explosivas asociadas al frente polar y otros sistemas frontales de efectos devastadores. Vamos, que acierta en sus observaciones. Las cabañuelas no tienen base científica, como tampoco la tienen los milagros, la labor solapada de algebristas y curanderos, ni el ‘Calendario zaragozano. El firmamento’ de Mariano Castillo y Ocsiero, que comenzó a publicarse en 1840 y que llegó a ser como el ‘catecismo Ripalda’ de la gente del agro. Tanto fue así que todavía se dispensa en los quioscos el almanaque. Mariano Castillo, villamayorense de nación (o salsero, si aceptamos el apelativo) dedicó su ‘Calendario’ al astrónomo y médico Victoriano Zaragozano Zapater, que ya en el siglo XVI elaboraba sus propios libritos y fue autor de un ‘Lunario y repertorio de los tiempos’ (1553) basado en otro de Juan Alemany. (No hay que confundirlo con Jerónimo Cortés (1560-1611), valenciano, matemático, naturalista, “maestro de contar” y autor del “Lunario perpetuo”, editado en Valencia por los herederos de Joan Navarro en 1594). Empieza febrero y la Iglesia católica celebra la festividad de san Trifón, un santo anárgiro que tenía poderes para amansar basiliscos y luchar a brazo partido contra las invasiones de roedores y saltamontes. Las cabañuelas de Jorge Rey, como digo, ya han presagiado que febrero será un mes muy ventoso y desapacible. Pues nada, paciencia y a barajar.
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