Aunque casi nunca he estado de acuerdo con la ideología de Heraldo de Aragón, he de reconocer que hoy domingo, un editorial de Fernando de Yarza López- Madrazo, presidente de Henneo, (“El miedo es el aliado de los tiranos”), me ha acercado un poco más a la línea ideológica de un diario conservador que, todo sea dicho, estuvo desde el primer momento al servicio de la causa fascista y del golpe de Estado de 1936. Solo hay que echar un vistazo a las hemerotecas para demostrar que lo que afirmo es cierto. Pero me congratula saber que las cosas han cambiado algo. El mundo está tomando una deriva preocupante y el miedo guarda la viña. El miedo, como digo, es arma poderosa, como el peso de la culpa o del pecado, que las religiones han utilizado siempre para arrimar el ascua a su sardina. El temor, como la falta de libertad y de cultura, por este orden, siempre doblega. Y ese temor irracional, ese frío en la nuca como el producido por corte de chaira de zapatero, aboca a la esclavitud, a la alienación y a la burricie. La pretendida incorporación de Canadá y Groenlandia a Estados Unidos, el control del Canal de o “la ‘evaporación’ de dos millones de seres humanos en la franja de Gaza para convertirla en algo parecido a Palm Beach”, como dice De Yarza, no es el acabóse, como diría Mafalda, sino el continuóse del empezóse. Los ajustes de cuentas siempre llegan como Paco con las rebajas. Aclarado queda. Al ciudadano lo que le molesta es que le toquen el bolsillo y a Europa, los aranceles. Inseguros estamos desde el momento en que salimos a la calle. Puede caernos sobre la cabeza una teja o un trozo de cornisa y dejarnos patidifusos, o atacarnos un tipo con una navaja. Las cuestiones políticas internacionales siempre terminan arreglándose, pero los adefesios que se llevan a cabo en las ciudades, donde incluyo en Zaragoza, permanecen para vergüenza de todos. De la misma manera, los derroches de una alcaldesa derrochona y folclórica también deben señalarse, aunque vayan en detrimento de los intereses de un periódico que todavía se lee, aunque cada vez menos, a la hora de acaparar publicidad institucional. Todavía recuerdo cuando José Marco quitó la publicidad institucional a la edición de ABC de Aragón por haber especulado sobre el destino de un sillón, que terminaría costándoles en 1995 al entonces presidente de Aragón 13 meses de prisión y 6 años de inhabilitación. Y entre tanta polvareda desapareció don Beltrán, es decir, la redacción regional del rotativo donde yo había sido colaborador diario. Eso es lo que debería preocupar al presidente de Henneo por encima de otras circunstancias, como podría ser un supuesto reparto de la tarta mundial entre Estados Unidos, China y Rusia. A mí lo que me preocupa es lo que tengo cerca y es tangible, como es tener que sufrir (en silencio, como aquella mujer de un anuncio que padecía de almorranas) la coalición de PP y Vox tanto en las Alcaldías de las tres provincias como en la Comunidad Autónoma de Aragón. Ahí es donde se ve cómo anda el aceite de nuestro candil y por dónde van los tiros de una derechona egoísta con piel de cordero cuando utiliza el señuelo del palo de los gravámenes y la zanahoria de un nuevo estadio de fútbol para un equipo infame. Yo soy de miras cortas por estar pegado al suelo, pero llego a poder encaramarme a un pupitre, sé juntar letras para leer y asimilar lo que leo. Soy, por decirlo de alguna manera, como una mosca entre dos cristales, que observa con sus ocelos lo que hay arriba y abajo pero debe moverse en horizontal. Por ello, le recuerdo a De Yarza que las hemerotecas (como en aquel anuncio de un limpiahogar y el algodón) no engañan. De haber tenido más ganas de escribir, hubiese aclarado al lector de mi humilde blog la razón por la que algunos tiempos verbales (“acabóse”, “continuóse” o “empezóse”) llevan tilde pese a ser palabras llanas que terminan en vocal. Es una norma arcaica que permanece, y ello se explica al detalle en el libro “Ortografía y Ortotipografía del español actual”, de José Martínez de Sousa. Son términos hiperbólicos de enaltecimiento. Pero esa es otra historia.
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