domingo, 2 de febrero de 2025

...y se armó candela

 

 

Hoy es la Candelaria, un rito que se hacían los judíos para purificar a las madres después de cada parto. Lo que no entiendo es de qué se tenían que purificar. La Iglesia católica adoptó los ritos extendidos entre hebreos, griegos y romanos en un raro  cóctel religioso de difícil acomodo para el entendimiento. En el caso de los criminales y adúlteros, éstos, al no poder purificarse por sí mismos, debían recurrir a los farmacos, (así,sin acento), o sea, sacerdotes que practicaban sobre ellos aspersiones de sangre, frotas con cebolla y la colocación en el cuello un collar de higos para ser purificados y poder entrar en los templos. Vamos, un lío.  Iba bien encaminado Nietzsche cuando afirmaba (“El Anticristo”) que “la Iglesia se previene hasta contra la limpieza. La primera medida tomada por los cristianos en España después de la expulsión de los moriscos fue la clausura de los baños públicos, de los cuales sólo en Córdoba había unos doscientos setenta”. Las abluciones, en el Catolicismo, se reducen a unos superficiales lavatorios de una mínima parte del cuerpo para que sea purificado. En la liturgia todo queda limitado a lavarse los dedos el sacerdote tras limpiar el cáliz de vino y agua después de consumir. A continuación se limpia los labios con el purificador, que no debe confundirse con el manutergio, la toalla
con la que el sacerdote se seca las manos después de lavarlas antes de celebrar la misa. Pero para ser más preciso, la verdadera candelaria se formó en el cuarto de Tula, en el barrio de La Cachimba. Se quedó dormida y no apagó la vela. Ay, mamá, ¿qué pasó? Así lo cantaba Ibrahim Ferrer con voz pura y suave, que de niño vendía caramelos y palomitas de maíz en San Luis, cerca de Santiago de Cuba; y que, ya de mayor, se dedicó a limpiar zapatos en las calles de La Habana, el lugar de nacimiento de mi padre.

 

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