Pese a haber sido “descatalogado” por la Iglesia católica como santo, lo cierto es que la figura de san Valentín sigue dando mucho juego, sobre todo a los confiteros y a los grandes almacenes. Cada agujero tiene su tapón y cada santo sus devotos. Hoy, Ana Arias, en El Correo de Zamora, cuenta que en la Colegiata de Toro se encuentra el cráneo de ese exsanto, regalo del papa Pablo III a Carlos I y que la calavera llegó a Toro por medio de Diego Enríquez, capellán del rey. Según parece, son varias las referencias que atesora la Colegiata de Toro con respecto al mártir Valentín, decapitado en el siglo III, durante el mandato del emperador Aureliano. La primera de esas referencias está relacionada con la existencia de un relicario, a la derecha del claustro, que contiene trozos de tela y diversos huesecillos, además de unas chancletas y un bonete del papa Pío V. La segunda, una imagen suya de estilo neoclásico, a la izquierda del altar mayor, pintada de blanco e imitando el mármol, esculpida por Pedro León de Sedano en 1788. La tercera, un retablo, hoy desaparecido, ensamblado y entallado por Juan Calleja en 1616". La cuarta, una tabla, realizada por aquellas fechas por Baltasar de Coca y encajada en el testero de la sacristía, que representa el martirio por decapitación. Y la quinta, la existencia de un legajo conservado en el ‘Archivo Histórico Diocesano’ de Zamora, donde se atestigua la existencia de la “Cofradía de san Valentín y la Piedad”, promovida en 1621 por Isabel de Ulloa, “para el socorro de pobres nobles en la ciudad de Toro”. Y lo más curioso es que existen tres cráneos del mártir Valentín: uno en la colegiata, en Toro; otro en la iglesia de san Antón, en Madrid; y un tercero en el templo de Santa María, en Roma. En resumidas cuentas, que un relicario, como el existente en la colegiata toresana, conserve en su interior como oro en paño las chancletas y el bonete de un papa del siglo XVI se me antoja surrealista. Más todavía, que haya dispersos tres cráneos de un mismo personaje, salvo que se trate de Cancerbero, el fiero perro tricéfalo, no sé si también trifálico, que custodiaba la puerta de entrada del Reino de Hades, el inframundo neblinoso de los muertos donde Caronte cobraba un óbolo por trasladarlos inánimes por el río Lete para borrar todos sus recuerdos.
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