lunes, 10 de febrero de 2025

Sobre los replicantes

 


Reconozco que mis ideas políticas, en general, estás lejos de las de Gabriel Albiac, pero no dejo de reconocer que escribe bien y que tiene talento. Le seguía en ABC y no sé por qué dejé de leerle cuando comenzó a escribir en El Debate. Pero en “Elogio del artificio”, publicado el pasado día 29 en el periódico digital que dirige Bieito Rubido, leí algo casi al final de ese artículo de Albiac que me hizo reflexionar. Refiriéndose al doctor Eldon Tyrell, Albiac recordó una frase suya: “La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”. En efecto, en la película ‘Blade Runner’, dirigida en 1982 por Ridley Scott, el doctor Eldon Tyrell, fundador y jefe corporativo de ‘Tyrell Corporation’, tanto él como su empresa fueron responsables del diseño, fabricación y venta de esclavos humanoides llamados replicantes .Más tarde, el líder de los replicantes escapados de las colonias especiales, Roy Batty, ingresó a la vivienda de Tyrell para exigir más vida, porque estaba programado para dejar de existir después de 4 años. Tyrell mantuvo la calma cuando se enfrentó a Roy y le explicó que alterar su ADN resultaría fatal en todas las circunstancias. Intentó, sin embargo, consolar a Roy refiriéndose a él como el ‘hijo pródigo’. Fue entonces cuando le recordó la frase de “la luz que brilla…”. Roy Batty besó a Tyrell y después procedió a aplastar su cráneo hasta matarlo. Su cadáver fue encontrado por la policía. Los nuevos dioses, que todo lo ven, son capaces de observar desde las alturas y desde dentro de las viviendas. También con forma de luz. Esos dioses son capaces de dar vida a los replicantes y, además, espiarles su privacidad. Uno de aquellos genetistas a los que visita Roy, el anciano Hannibal Chew, está especializado en crear ojos. Y cuando el líder de los replicantes acaba con el doctor Tyrell lo hace hundiendo sus pulgares en las cuencas de su creador. Fue después de dejarle ciego cuando le aplastó la cabeza. El replicante Roy odia al ser humano y, simbólicamente, lo que pretende es acabar con el alma de su padre. “El ojo (según señala Henar Alonso-Marcos en su trabajo ‘El ojo surrealista y la visión fantástica’ (‘El pájaro de Benín’, número 7, 2021) es el órgano, también según Platón, más noble de los sentidos. Su simbolismo representa el Sol y la luz divina, el conocimiento o la revelación, y establece una potente conexión entre el mundo exterior y el interior individual”. En la película “El perro andaluz” Buñuel, que sueña con la luna rasgada por una navaja, corta una pupila con una cuchilla de afeitar. Y del ojo ciego mana, además de una espuma atroz como de baba de sapo, una mirada surrealista, liberadora y tormentosa a la vez, que se asoma al interior de cada individuo. También, el fotógrafo Man Ray (1890-1976) tiene una foto, titulada Glass tears (1932), donde aparecen los ojos de una bailarina de can-can con unos cristales esféricos simulando lágrimas. Ya lo dijo Antonio Machado en “Proverbios y cantares”: “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve”. Existe otro ojo con gracias y desgracias, según dejó constancia Francisco de Quevedo, que dedicó a la pícnica señora Juana Mucha y que conservo en edición facsímil (Biblioteca Humorística. Sevilla. 1901) Pero ese es gofio de otro talego y harina de otro costal. Que tengan buen día.

 

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