Por una agencia de noticias me entero de que el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ha advertido a España que está “legalmente obligada” a acoger a los gazatíes que quieran abandonar la Franja. La reconstrucción de una Gaza desmilitarizada es para el nuevo presidente norteamericano Trump una de sus prioridades. El cínico asesino Netanyahu, responsable de más de 50.000 muertos e innumerables mutilados, señaló en una entrevista: “¿Qué hay de malo en permitir a los gazatíes que quieran irse se vayan? Pueden irse, pueden después regresar, pero hay que reconstruir Gaza...". Y se quedó tan fresco. El canalla Netanyahu tiene poca memoria histórica. Ya no se acuerda del Holocausto ni de los más de seis millones de inocentes, hombres, mujeres y niños, asesinados en campos de concentración por los nazis. Los gazatíes huyen del Estado Palestino por miedo a los judíos y por haber perdido sus casas. No se marchan de las regiones devastadas por capricho. Me parece vergonzoso que la prensa española de ultraderecha (no quiero señalar cabeceras) defienda la postura de Israel visto lo visto. Hace menos de cien años, una gran parte de españoles se vieron en la necesidad de huir de España camino de Francia por temor a las represalias de Franco, otro sátrapa de libro. Muchos de ellos, que más tarde ayudaron a liberar París de los nazis defendiendo la libertad, perdieron hasta la nacionalidad y se convirtieron en apátridas. Otros murieron en su intento de escapar del terror, como aconteció en Málaga cuando el crucero ‘Baleares’ (que en la actualidad cuenta con una calle en Madrid y un monolito en Palma de Mallorca) lanzó obuses contra civiles que huían llenos de pánico por carretera hacia Almería el 8 de febrero de 1937, en plena ofensiva fascista, matando a más de 5.000 ciudadanos. También hay que recordar, todo sea dicho, la heroicidad del médico canadiense Norman Bethune y sus ayudantes Hazen Sise y T.C. Worsley, que se desplazó expresamente desde Valencia con su unidad de transfusión de sangre para socorrer a la población civil en plena carnicería. El crucero ‘Baleares’ terminó siendo hundido por un torpedo del destructor ‘Lepanto’ cerca del cabo de Palos, cerca de Cartagena, en la noche del 5 al 6 de marzo de 1938. Más de 400 marineros salvaron la vida y otros 786 murieron o desaparecieron en el mar. España podría acoger gazatíes por iniciativa propia, no por imposición de Netanyahu, merecedor de ser juzgado por crímenes de lesa humanidad en el Tribunal de la Haya. La postura de José Manuel Albares, motejado por el impresentable personaje Pérez-Maura como Napoleonchu, me parece la más digna. Parece de mal gusto que en su labor de zapa ese periodista ponga en boca del Presidente de la Asociación de Diplomáticos Españoles, Alberto Virella, que “hay una ‘Ley de Silencio’ en la diplomacia española que lleva a que te puede venir un castigo sin que se identifique el motivo”, aunque reconozca que “no hay pruebas de que un diplomático como Juan González-Barba haya sido destituido como embajador en Zagreb por escribir un artículo laudatorio sobre el papel del Rey, como tampoco se da una razón que justifique la destitución, sólo cabe pensar que fue por eso”. Sí, pero no. No, pero sí. ¿En qué quedamos? No sé.
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