martes, 18 de febrero de 2025

El fantasma silente

 

Hace diez años, el 20 de noviembre de 2015, contaba en este blog (bajo el epígrafe de “Avispero”) que “un camionero ucraniano que iba a Letonia acabó perdido en La Rioja, lloroso y desesperado, cuando viajaba desde Murcia con un tráiler frigorífico cargado de cítricos. Había puesto mal su GPS”. En esta vida hay que saber hacia dónde se va y desde dónde se viene. Cuando se pierde la aguja de marear, el navegante no sabe hacia qué lugar se dirige su barco. Todos los caminos conducen a Roma, pero cuando se acarrean productos perecederos, sean cítricos, lechugas o tomates, conviene no retrasar mucho la entrega de la mercancía transportada. Nuestro país no está para alboradas. Dicen los políticos que la economía va bien. Pero se refieren a la macro-economía, cuyos ratios son envidiables. Va bien el crecimiento del PIB, el Ibex 35, la evolución del desempleo, se contiene la inflación en la medida de lo posible y el gasto público alcanza un buen nivel de equilibrio. Pero el buen comportamiento de las cuentas públicas, digámoslo todo, no es debido a políticas de contención y eficiencia en el gasto, sino a través de un incremento progresivo de la presión fiscal. Lo que no se entiende es que desde la izquierda se fomente la turismofobia y desde la derecha se proclame el odio al emigrante, causante según Vox, de todos los males que nos aquejan. Unos no terminan de entender que el turismo constituye nuestra principal fuente de ingresos; y otros, los xenófobos, que los extranjeros realizan en España ciertos trabajos que los españoles, sobre todo en el agro, no quieran hacer. No cabe duda de que es más cómodo el sistema de la 60 peonadas que agachar el lomo sobre el terruño tanto en Andalucía como en Extremadura. Se sostiene que es una medida para aliviar a los trabajadores afectados por la sequía. El requisito para recibir ese subsidio es haber cotizado un mínimo de 35 jornadas en los doce meses naturales inmediatamente anteriores a la situación de desempleo. Ese sistema de protección nació en 1984 y fue la herencia de otro modelo similar (Empleo Comunitario) creado por el Gobierno de Suárez, para atender un sector caracterizado por grandes propiedades y un elevado número de temporeros. Un  sistema de protección que a día de hoy desincentiva la búsqueda de empleo, como de hecho ocurre, y fomenta la economía sumergida para completar la renta que reciben los perceptores del subsidio. En consecuencia, es suplido por los extranjeros, como digo, menos exigentes por sus tristes circunstancias. Por otro lado, esos subsidios, que ya forman parte del Derecho consuetudinario, pueden llegar a convertir ese “derecho” a recibir el reparto de fondos públicos en un granero de votos cautivos, o sea, el apoyo a quien detenta el poder, ora el PSOE, ora el PP. Y por los pasillos del Palacio de San Telmo, otrora Escuela de Nautas y Navegantes, pulula silente el fantasma de “El pollo de Antequera” (entre lobos de mar, la saga de los Montpensier, el arzobispo Spínola y los seminarista okupas) que en su día se encargó de garantizar el buen funcionamiento del sistema caciquil en España con el método infalible de "cada voto, un duro", algo solo superado por Natalio Rivas con los perniles de Trevélez.

 

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