martes, 9 de junio de 2015

Fuegos fatuos





Si el funeral ortodoxo en memoria de Kardam de Bulgaria, al que asistió la Familia Real y la familia del Rey, era  de carácter privado, no sé a qué cuento viene  tanta rimbombancia en el diario El País. Todo para decir que estaba presente en ese acto religioso Cristina de Borbón. El difunto hijo de Simeón de Bulgaria pintaba menos para los españoles que Pichorras en Pastriz. (No confundir con un libro de gastronomía aragonesa de José Ramón Marcuello). Aquel que desee saber quién era tan curioso personaje, que compre el libro de Santiago Maestro Terraza, publicado por Mira Editores. El País, que ya no es ni la sombra de lo que fue, cuenta que la hija menor de Juan Carlos de Borbón iba vestida  de luto “y entró en la iglesia minutos antes de que llegaran sus padres y su hermana”. ¿A quién importa eso? Me vienen a la cabeza por asociación de ideas los versos de Federico García Lorca De Negro va la Señora...: “Abriga su soledad / acumulando dinero. / Pobre, pobre esta señora, / que no tiene nada bueno, / va cayendo poco a poco, / su delirio se agiganta / y ya se siente reina rodeada de oro y plata”. Ha muerto Pedro Zerolo. En un espléndido artículo en Eldiario.es, Ruth Toledano le definía como se define lo inefable: “Con la exquisitez de su espíritu, la generosidad de su trato, la luz de su sonrisa y la firmeza de su verdad, Pedro Zerolo se enfrentó a lo que merece ser más combatido: el oscurantismo y la violencia de quienes niegan el amor a los demás. Por eso le guiaban la poesía y las mujeres. Por eso defendió siempre los valores republicanos y laicos. Con qué inteligencia y lucidez hizo el difícil trabajo de hacer salir este país de las mazmorras de la ignominia para llevarlo a la primera línea de la evolución social”. La misión del Fondo Monetario Internacional visita España para evaluarla y pide más reformas: más copago en Educación y Sanidad, igualar los contratos de trabajo y que las empresas se descuelguen de los convenios colectivos aunque mejore su previsión para este ejercicio en el 3’1%. Pero, mientras esos disparates se proponen para la maltrecha España, el HSBC (entidad a la que Suiza investiga por blanqueo de capitales) anuncia 25.000 despidos y su marcha a  Hong Kong para escapar de la legislación europea por sus malas prácticas financieras. Aquí el funeral ortodoxo, si acaso, habrá que hacerse algún día por nuestro abatido país.

lunes, 8 de junio de 2015

Ochenta años no es nada





En un viejo chiste se cuenta que el coronel, cansado de las borracheras de la oficialidad y de la tropa de su regimiento cuando salía de paseo, decidió pedir permiso al alcalde para colocar en la cantina del pueblo un curioso cartel: “Soldado, no bebas. El alcohol mata”. El tabernero, alarmado ante el descenso de su recaudación, añadió debajo otro cartel: “El buen soldado no teme a la muerte”. El español siempre encuentra recursos para salir del atolladero. Recuerden, por ejemplo, cuando Rodríguez Zapatero, allá por 2009, apostó por el Fondo Estatal de Inversión Local, dotándolo con 8.000 millones de euros para que los municipios llevasen a cabo pequeños proyectos. El resultado fue que se dio empleo a 240.000 ciudadanos, de los que 92.000 eran nuevos contratos. ¿Fue la solución al problema del desempleo? No, pero algo había que hacer en momentos delicados. Hubo otras medidas, como bonificaciones a empresas por contratar a parados de larga duración; que se pudiese acceder hasta el 60% de la prestación para intentar convertirse en autónomo; se estudió la manera de eximir del pago del IVA a aquellas facturas que todavía no se  habían cobrado por parte de las empresas; etcétera. Los recetarios contra la crisis económica fueron diversos. Unos más acertados que otros. El PSOE apostó por aquel Plan E cuando el PP, todavía en la Oposición, propugnaba austeridad en el gasto público ante la tremenda recesión instalada y con evidente riesgo de deflación. A partir del triunfo del PP, con mayoría absoluta en las Cámaras y con dominio casi absoluto en casi todas las Comunidades Autónomas, los españoles sufrimos el mayor recorte en Sanidad, Educación, servicios sociales y pérdida de poder adquisitivo de jubilados y trabajadores desde que se tenía noticia. El paro, sin embargo, siguió creciendo. Se aumentaron los impuestos directos e indirectos, se pisoteó el Estatuto de los Trabajadores hasta límites vergonzosos, se tuvo que rescatar a unas cajas de ahorros hasta entonces manejadas por políticos y sindicalistas ineptos (caso Bankia) y por una Iglesia Católica depredadora que daba palos de ciego (caso de CAI). En fin, Rajoy se parece a aquel coronel que mandó poner el cartel en la cantina por el bien de la salud de los soldados. Pero los ciudadanos, hartos de la corrupción instalada en las instituciones del Estado, ha apostado con su voto en las últimas elecciones municipales por el fin de un bipartidismo instalado en este país desde los inicios de la democracia y que ha resultado ser más deletéreo para el conjunto de los ciudadanos que el bacilo de Koch. Y, ahora, la derechona de siempre, esa que nunca pidió perdón por el trágala de un nacional-catolicismo ya extinto, escribe ríos de tinta sobre el regreso del Frente Popular. Pero los ciudadanos no tememos un giro a la Izquierda de la misma manera que los soldados no tienen miedo a la muerte. El artículo de José María Carrascal de hoy en el diario ABC (“2015 no es 1935. Pero…”) es la última muestra de lo que afirmo. Sólo nos separan 80 años, más o menos la edad que tiene ese periodista que parece vivir en tiempos de los dinosaurios, o sea, hace 80 millones de años.

sábado, 6 de junio de 2015

Lo humano y lo divino




Cuando se mezcla lo humano con lo divino pueden saltar chispas. Los aragoneses nombraron a la Virgen del Pilar capitana de las tropas aragonesas. De hecho, entre los innumerables mantos, la basílica cuenta con un mantón con fajín y alguna vez se lo ponen a la columna. También en Sevilla, la Macarena procesionaba hasta hace poco por las calles con el fajín que había pertenecido a Queipo de Llano.Y hoy leo en ABC de Sevilla la columna de Burgos donde éste cuenta  que se han perdido algunas tradiciones. Entre ellas, “la colocación solemne de la Custodia, terminada la procesión del Corpus, en la Puerta de la Asunción, para que el Santísimo reciba los honores de Capitán General con el desfile de la tropa”. ¿Alguien concibe hoy que una custodia con la Sagrada Forma pueda recibir honores de capitán general a la puerta de una iglesia? Para mí que esas cosas sólo suceden en España. No termino de entender qué tiene que ver el empleo, o el grado, de un funcionario de uniforme con la transustanciación del cuerpo de Cristo en la Hostia. Tampoco entiendo que una compañía de fusileros deba rendir honores a Dios Hijo como si se tratara de la llegada a Barajas de un jefe de Estado extranjero en visita oficial a nuestro país. España no es una Teocracia, sino un Estado aconfesional y así consta en la Constitución de 1978; y la fe, que yo sepa, constituye una opción estrictamente de carácter privado. Pero, claro, en España, la aconfesionalidad del Estado es el terreno propicio para que las religiones disfracen de libertad de conciencia lo que tan solo consiste en la más desleal, cuanto más concertada, utilización de las instituciones para fines exclusivamente proselitistas. El Estado laico, como es el caso de Francia, ya no es sólo que no se adscriba a una determinada religión sino que asume el compromiso de mantenerse activamente independiente. Esa es la diferencia. Pero en España, por aquello de Concordato de 1979, todavía en vigor, parece como si hubiésemos metido en el centro de una custodia dorada el artículo 6 del Fuero de los Españoles, donde se establecía que “la profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de protección oficial. El Estado asumirá la protección de la libertad religiosa, que será garantizada por una eficaz tutela jurídica que, a la vez, salvaguarde la moral y el orden público”. Todavía hay muchos españoles que se hacen cruces por el hecho de que la coronación de Felipe VI no haya tenido lugar en una catedral y como  preludio o  postre a un acto litúrgico solemne con homilía incluida. De hecho, la Iglesia Católica renunció al privilegio del fuero y el Estado al de la presentación de obispos en el Concordato de1976, anterior al actual en vigor. Desde entonces a ahora poco más hemos avanzado.

viernes, 5 de junio de 2015

Romero mustio





El senador Iñaki Anasagasti  lleva mal, muy mal, que el rey Felipe VI haya visitado la sede del Instituto Cervantes en París, al entender que su actual biblioteca fue la sede del Partido Nacionalista Vasco hasta su incautación por la Gestapo en 1940. Se refiere a la sede que el PNV compró en 1936 en Paris en la Av. Marceau para su delegación en Francia, cerca de la plaza de L'Etoile y casi enfrente de donde hoy se encuentra la Embajada de España. No voy a repetir yo aquí los insultos que Anasagasti lanzó el pasado martes durante la sesión de control  al Ejecutivo en la Cámara Alta contra el titular de Exteriores José Manuel García- Margallo, llamándole “funcionario franquista”, ni contra el Jefe del Estado desde su cuenta de Twitter y desde su blog. No entro ni salgo. Que cada palo aguante su vela. Las injurias al Jefe del Estado están consideradas como delito. Pero, también, la libertad de expresión está contemplada en el artículo 20 de la Constitución del 78, la misma Constitución que refrendó como Rey de España a Juan Carlos I, impuesto por Franco como sucesor a título de rey sin contar con el deseo de los españoles. Es decir, los insultos al Jefe del Estado constituyen delito, pero un rey moderno, y Felipe VI es un rey moderno, debería aceptarlos como gajes del oficio. Al menos Alfonso XIII, su bisabuelo, consideró la bomba de la Calle Mayor el día de su boda como “un gaje del oficio”. Y aquello fue más grave. ¿Y los pitidos en el Nou Camp con motivo del final de la Copa del Rey? Pues también: gajes del oficio. Un rey moderno debería ser consciente de que “esas cosas”,  entran en su sueldo. Aunque ya digo, yo prefiero una actitud respetuosa hacia el Rey y hacia los Símbolos. Es triste lo que escribe o dice un aforado, como es el caso de Anasagasti. No cabe duda de que a los españoles se nos está quedando mustio el ramito de romero que llevamos en el ojal de la solapa y que nos entregó una gitana que leía la mano. Estamos pagando, ¡y a qué precio!, no haber hecho caso a Prim en 1868. Por eso digo que de nada sirve transplantar el ramito de romero a una maceta, ¿verdad, Burgos?  Según leo en El Boletín.com,García-Margallo, por su parte, ha recordado al senador que hasta tres instancias judiciales francesas se pronunciaron en su día sobre el contencioso señalando que el edificio es titularidad del Reino de España, mientras que en nuestro país el Tribunal Supremo confirmó en 2003 la validez de un acuerdo de 2001 del Consejo de Ministros que declaraba ‘inaplicable’ para este caso la ley 43/1998 sobre la restitución o compensación a los partidos políticos de bienes y derechos incautados”. Hace ya unos años, contaba Anasagasti en su blog: “Se lo regalaron a Franco los nazis cuando entraron en París, en 1940. Pero no era de ellos. Era el edificio donde el PNV tenía su sede y donde acogió a los batallones vascos que huían de España tras la caída de Bilbao. Desde allí, el Gobierno del bando ganador dirigió operaciones sucias, como el secuestro del presidente de la Generalitat, Lluís Companys, fusilado por el Gobierno del general Franco”. (…) “El régimen de Franco instaló en el edificio al policía Urraca Pastor y al coronel Barroso, quienes desde la antigua sede vasca planearon operaciones sucias, como el secuestro del presidente de la Generalitat catalana, posteriormente fusilado por decisión de Franco en las fosas del castillo de Montjuïc”. (…) “Tras la liberación de París, en 1945, el nacionalista Xabier de Landáburu, vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio, se hizo cargo de la sede. Allí se creó en 1949 el Consejo Federal del Estado Español del Movimiento Europeo, que agrupaba a democristianos y socialistas, bajo la presidencia de Salvador de Madariaga, y se dio entrada a los democristianos alemanes de Konrad Adenauer”. (…) “La delegación vasca perdió el edificio definitivamente en 1952. En 1989, con muchas dificultades, una representación vasca colocó una placa de recuerdo en el edificio”. (…). “También reclama el PNV dos inmuebles en los que se imprimían dos periódicos del partido: Euzkadi y La Voz de Navarra. El primero se tiraba en la calle del Correo, en el Casco Viejo bilbaíno, y su maquinaria, incautada por el régimen de Franco, fue a parar a las instalaciones del diario Hierro, del Movimiento. El segundo inmueble reclamado, el de La Voz de Navarra, está en el Casco Viejo de Pamplona”. En fin, no sabemos si por la sede del Instituto Cervantes en París caminarán los fantasmas de Sabino Arana y de José Antonio Aguirre. Lagarto, lagarto.

miércoles, 3 de junio de 2015

Hernán Cortés o el baúl de la Piquer



Aquí lo que hay que hacer con premura es devolver a España los restos de Hernán Cortés que desde 1947 permanecen recolocados en un muro de la Iglesia de Jesús Nazareno, a la izquierda del altar. Lo malo es que no estará Ana Botella de alcaldesa de Madrid para colocar lo que queda del conquistador de Méjico (a mí no me gusta escribir México, por muy lindo y querido que sea) junto a los restos de Cervantes, o sea, en las Trinitarias. Y ya puestos, a ser posible que también nos devuelvan los mejicanos el tesoro del Vita, que llegó a Veracruz y allí se le perdió la pista. La actual sepultura de Hernán Cortés tiene una placa que reza: “Hernán Cortés 1485-1547”, conque no cabe duda alguna. Lo de Cervantes es distinto. Aparecieron unos restos muy deteriorados que nadie sabe a quién correspondían. Hasta algún malpensado estará convencido de  que son los huesos de un pollo asado que se comieron unos albañiles mientras rascaban el suelo. Hernán Cortés murió el viernes 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla) y recibió sepultura en el cercano monasterio de San Isidoro del Campo, en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia, bajo las gradas del altar mayor, con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo Marqués del Valle. El epitafio decía: “Padre cuya suerte impropiamente/ Aqueste bajo mundo poseía  / Valor que nuestra edad enriquecía, / Descansa ahora en paz, eternamente”. En 1550, a los tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro de la misma iglesia de San Isidoro del Campo, justo a un lado del altar dedicado a Santa Catalina. En 1566 sus restos fueron trasladados a la Nueva España y sepultados junto con su madre y una de sus hijas en el templo de San Francisco de Texcoco,  cerca de Méjico D.F.  Yacerían allí hasta 1629. Ese año. a la muerte de Pedro Cortés, cuarto Marqués del Valle y último descendiente de Hernán Cortés, las autoridades civiles y eclesiásticas de la provincia española decidieron sepultarlos en la misma iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor (en un nicho detrás del sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco, frente a la plaza de Guardiola en la capital mejicana con la siguiente inscripción “Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa”. En 1716 una remodelación de ese templo obligó a los franciscanos a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor, lugar en el que permanecerían durante 78 años. En 1794 las autoridades de la virreinato exhumaron nuevamente los restos de Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador, que en una ocasión deseó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús (Méjico), así que sacaron los huesos de Cortés de de San Francisco y fueron trasladados, donde descansarían 23 años. En 1823, a los dos años de la independencia de Méjico,  en cuya catedral fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes y se temió que la muchedumbre asaltara el templo para tomar los restos de Cortés. Para tratar de evitarlo, el ministro Lucas Alamán y el capellán mayor del Hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre el mausoleo  (el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían salido del país), pero la urna con sus huesos fue depositada en 1836 en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo el mausoleo. Allí permanecieron 110 años, hasta ser encontrados. En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al acta notarial en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron buscar sus restos. El domingo 24 de noviembre de ese año los historiadores encontraron el nicho que guardaba la urna. El 28 de noviembre de 1946 el presidente de Méjico, Manuel Ávila Camacho, expidió un decreto mediante el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia de los restos mortales de Hernán Cortés. El 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos en el mismo lugar en el que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción antes señalada. Al final, los restos del conquistador español descansaban en el lugar que eligió Cortés en su juventud para ser sepultado: el templo del Hospital de Jesús. En 1836 se extrajeron los restos y fueron depositados en un nicho y permanecieron en ese lugar  durante 110 años. Nunca unos restos mortales  dieron tantas vueltas. Las idas y venidas de los restos de Hernán Cortés superaron con creces el ajetreo en los camarotes de los barcos del baúl de la Piquer.


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martes, 2 de junio de 2015

La manzana tiene bicho





Me río yo de la “flexibilidad” del Partido Popular. A Mariano Rajoy le vendría de maravilla que  Susana Díaz aceptara la “apertura al diálogo” que le ofrece para gobernar en Andalucía. Ese gobierno andaluz, que hoy cumple 70 días en funciones, sigue bloqueado. Según leo en El País, “el PP  ha mostrado hoy su disponibilidad a ser “flexible” con dejar pasar la investidura si el PSOE respeta la lista más votada en los ayuntamientos andaluces. Los populares han logrado mayoría simple en 75 municipios andaluces entre los que se encuentran siete de las ocho capitales (todas menos Huelva) y dos de los más poblados Marbella y Jerez”. Dicho de otra manera, estarían dispuestos a utilizar la abstención si se les deja en sus manos el gobierno de las alcaldías de Córdoba y Cádiz. Pero esa manzana tiene bicho. Los populares, en vista del panorama que tiene por delante,  prefieren ganar algo que perderlo todo. Si volviese a haber elecciones en esa Comunidad  son conscientes de que Susana Díaz conseguiría más votos todavía y que, posiblemente, el PP se hundiría como el “Titánic” pero sin orquesta en cubierta. Por tanto, más vale poco que nada. De paso, Rajoy siempre podría decir de cara a la galería que su partido apoyó con su abstención la lista más votada. Y ahí anda  Juan Manuel Moreno, puesto a dedo por Rajoy,  más galán que Mingo, pescando en río revuelto. Juanma es sabedor de que el próximo 5 de julio a las “cero horas” se acaba el plazo y habría que volver a las urnas. Y entonces, una vez conocidos los previsibles resultados, sería cuando habría que rezar un gorigori por el Partido Popular y por el hasta ahora incombustible Javier Arenas, ahora contrario a permitir la abstención del PP y que parece estar más amortizado que las locomotoras del “Shangai”, aquel expreso que hacía el trayecto Barcelona-Vigo en treinta y cinco horas cincuenta y cinco minutos y exactamente una hora más en sentido inverso, cuestión que nunca terminé de entender.

lunes, 1 de junio de 2015

La pitada




Mucho se ha escrito ya  en la prensa sobre la ensordecedora pitada al Himno Nacional y a Felipe VI durante la final de la Copa del Rey en Barcelona. De la misma manera, han criticado la mueca de Artur Mas, que era una mueca al estilo de La Gioconda más que otra cosa.  No hubo risa por parte del presidente de la Generalidad. Sólo una velada sonrisa. No es lo mismo reírse que sonreír. A mi entender, la pitada fue una muestra de intolerancia y una falta de respeto. Pero mantengo que los ciudadanos tienen derecho a manifestarse por mucho que molesten determinados chiflidos. Ello forma parte de la libertad de expresión. Posiblemente en Bilbao, en el estadio de San Mamés, hubiese pasado algo parecido.  Para Mas, tan bochornoso espectáculo “debe situarse en un contexto normal en este tipo de acontecimientos”. Tal vez es que todavía, a estas alturas de la democracia,  no hayamos encontrado la forma de Estado (Monarquía o República) adecuada  ni los símbolos que verdaderamente puedan unir a todos los españoles. O tal vez no la encontremos nunca y resulte que “los españoles son ingobernables”, como dijo Amadeo de Saboya al abandonar España. Unas dudas parecidas a las que tengo yo ahora atenazaron a los revolucionarios en 1868 cuando expulsaron a Isabel II. ¿Por qué no la República? Prim había dicho aquello de “los Borbones nunca más”. Y se empezó a marear la perdiz. La Corona le fue ofrecida al hermano mayor de Amadeo, Cavagni y al sobrino de Víctor Manuel II, Tomás, duque de Génova, un niño de 13 años. La opción de Amadeo salió adelante porque fracasaron todas las demás: las de Fernando Coburgo, Antonio de Orleans, Alfonso de Borbón, Espartero, Carlos de Borbón, el ruso Constantino Nikolaevich Romanov, el danés Hans de Glücksburg y el alemán Federico de Hesse-Kassel. También se sondeó a los Hohenzollern, casa real alemana encabezada por el príncipe Antón, hermano del rey prusiano Guillermo I. En España, a la muerte de Franco, no se dejó que opinase la ciudadanía y que pudiese manifestar la nueva forma de Estado a la salida de aquella Dictadura. Aquel “atado y bien atado” de Franco equivalía a reinstauración de la Casa de Borbón en la persona de Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos Sicilias por las Cortes preconstitucionales, al que consideraban heredero de los derechos históricos. ¿Y Juan de Borbón? Algo no cuadraba en aquel esquema. Pero la Constitución Española de 1978 incluyó dentro de su articulado la figura del nuevo monarca. Y cuando los españoles dieron el “sí” a la Constitución, aquel frío 6 de diciembre, asumieron sin fisuras aquella imposición venida de la mano del dictador. Ya no hubo tío pásame el río. Respecto a los símbolos, es decir, a la bandera, habría mucho que decir. Ya sabemos que fue adoptada por con todos sus elementos actuales de acuerdo con la Ley  39/1981, de 28 de octubre, que es cuando se añade el escudo. Con anterioridad se refería a “tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que las rojas”, como quedó reflejado en el Artículo 4, apartado 1, de la Constitución del 68. Y el escudo de España quedó regulado por la ley 33/1981, de 5 de octubre, y por el Real Decreto 2964/1981, de 18 de diciembre, donde se especificaba también la posición del escudo en la bandera. El actual diseño de la bandera nacional surgió con el Real Decreto de 28 de mayo de 1785, por el que Carlos III resolvía un concurso convocado para adoptar un nuevo pabellón de la Marina, eligiendo dos diseños: uno para los buques de guerra y otro para los mercantes, de entre las doce propuestas que le presentó Antonio Valdés y Fernández Bazán. Y no hubo ningún problema con esa bandera bicolor hasta 1931, cuando la II República adoptó otra enseña nacional. Los republicanos creyeron erróneamente que los colores de la enseña nacional representaban a la Corona de Aragón, y pensaron que introduciendo el color morado en la enseña representarían así a Castilla. No se entiende muy bien. El Pendón de Castilla era carmesí. Esa nueva bandera, donde se había sustituido el color carmesí por el morado, era la que se usaba en los casinos republicanos.  El color morado fue una reivindicación de los comuneros castellanos del siglo XVI, que fueron la voz del pueblo contra la tiranía del poder. Pero a lo que iba. La bandera republicana se utilizó en España desde 1931 hasta 1939. La bandera bicolor la potaban los insurrectos, que más tarde ganarían la guerra. Quizás, no lo sé, de ahí derive un cierto odio visceral hacia la rojigualda por parte de muchos ciudadanos que ahora la pitan cuando tienen ocasión. Yo no lo haría, y entiendo que en la España actual hay que respetar los símbolos y a la persona que ejerce la Jefatura del Estado, aunque sea por herencia. Pero todos no pensamos de igual manera y para gustos se hicieron los colores. Mientras sólo se pite, no pasa nada. Lo que no se puede ni se debe permitir es que bandera y la Jefatura del Estado sean impuestas por el ganador de una guerra entre hermanos; es decir, por Franco; que dejó las cunetas llenas de esqueletos de ciudadanos que no pensaban como él. Eso nunca más. Lo de las pitadas, a su lado, sólo es una anécdota a la que no hay que dar mayor importancia.