viernes, 9 de noviembre de 2018

Arriar la pluma a media tinta


Dicen que a los colegios vuelven por estas fechas las primeras epidemias de piojos. También nos hemos dado cuenta de que hay epidemia de faltas de Ortografía. Yo creo que se debe a que  los educandos leen poco.  La obsesión por aprender inglés por encima de instruirse  en castellano nos está llevando a situaciones esperpénticas y, cuando se abre el melón de la estulticia, el fracaso está asegurado. No hay que abrir melones al tuntún salvo que sean de Villaconejos, donde también los hay buenos y malos, como en las películas del Oeste. Los ciudadanos corrientes, con tanto meneo del nogal de los despropósitos, damos más  crédito a lo que dice un sansirolé de Gran Hermano Vip que a lo que decía Ignacio de Loyola; o sea, a que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza. Mientras sigamos primando los fastos antes que  la eficacia será mejor arriar la pluma de escribir a media tinta. Hace pocos días, al renovar el DNI, me preguntó la funcionaria sobre si estaba de acuerdo con lo que constaba en un monitor sobre mis datos personales antes de expedir el documento. De contesté que sí, que estaba de acuerdo en todo, salvo en que faltaban los correspondientes acentos ortográficos sobre mis dos nombres propios y sobre mi segundo apellido. La funcionaria me contestó sin despeinarse que no podía poner esas tildes si no le llevaba no se qué acreditaciones en los que esos acentos constasen. Y ahí quedó la cosa. Entonces me acordé de Luis Miranda Podadera, aquel hombre que tuvo un tío obispo que le hizo ingresar en el seminario de Comillas, que vendió quincallería en el tren del Cantábrico, que sacó oposición al Cuerpo de Correos y fue destinado a Potes en  1912. Miranda Podadera escribió trece libros sobre Gramática y Ortografía.  También, otros libros de divulgación turística sobre el Museo del Prado, El Escorial, Toledo, Madrid… La Guerra Civil le pilló en Santander, como a mi abuelo materno y ambos sufrieron prisión: Miranda Podadera en la checa de Pedreña, mi abuelo en el barco-prisión “Alfonso Pérez”.

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