Ahora resulta que el kilo ya no pesa un kilo, por mucho
que su patrón (Grand K) esté
encerrado en un subterráneo de Sèvres bajo tres campanas de cristal y dentro de
una caja fuerte que sólo se puede abrir mediante tres llaves simultáneas. Ese
cilindro de platino iridiado ha perdido 50 microgramos de densidad desde hace
129 años. En 1960 se dieron cuenta, de la misma manera, que el metro no era la diezmillonésima
parte del cuadrante del meridiano terrestre comprendido entre el Polo Norte y
el Ecuador con rigurosa precisión, y en la Undécima
Conferencia de Pesos y Medidas se adoptó una nueva definición: “1 650 763,73
veces la longitud de onda en el vacío de la radiación naranja del átomo del
criptón 86”. En consecuencia, el kilo se medirá a partir de mayo del año que
viene por electroimanes, ya que la fuerza que ejerce un electroimán es
proporcional a la corriente eléctrica que pasa por sus bobinas, al existir una
relación directa entre la electricidad y el peso, de acuerdo con la constante de Planck, que establece
proporciones entre energía y frecuencia. Para ello se utilizará la Balanza de Watt. En consecuencia, ya no
será necesaria la custodia del cilindro en Sèvres. Bastará con aplicar esa constante
matemática. También habrá otra redefinición para el amperio, el kelvin y el mol.
Recuerdo cuando, de niños, el maestro nos preguntaba sobre qué pesaba más: si
un kilo de paja o un kilo de hierro. Aquella pregunta, con aparente trampa, era
resuelta de inmediato por los educandos: “Lo mismo”. Pero como bien señalaba Antonio Martínez Ron (vozpópuli, 17/02/14) “lo cierto es que
si los pesáramos en una báscula (sabiendo previamente sus masas exactas) la
indicación que nos daría sería distinta. ¿Por qué? Porque a la hora de medir la
masa hay que tener en cuenta numerosas variables, y una de ellas es el empuje del aire. Para calcularlo, los científicos deben
medir tanto la densidad del objeto (muy distinta en el hierro y la paja) como
la del aire, para lo que necesitan conocer la temperatura, la humedad relativa
y la presión atmosférica, así como la fracción de CO2 en el aire.
Teniendo en cuenta todos estos factores, y si no hiciéramos las
correspondientes correcciones, nuestro kilo de paja ideal daría una indicación
en la báscula distinta al de hierro salvo que lo pesáramos en el vacío”. Vamos,
que nada es lo que parece.
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