Al diario ABC
le “choca” que Pedro Sánchez y su
cónyuge viajen acompañando al jefe del Estado a París este fin de semana, y a
Guatemala el próximo martes, sin estar presente la consorte real en el primero
de los desplazamientos. A mí lo que me choca es que Felipe VI asista en París al acto conmemorativo del primer centenario del final de la Primera Guerra Mundial, cuando por todos
es conocido que España permaneció al margen de un conflicto en el que murieron
20 millones de personas. Parece normal, en cambio, que en el Arco del Triunfo
parisino estén presentes Putin y Trump. Pero el diario ABC va más lejos si cabe, y se pregunta
si la esposa de Sánchez se apuntará también al
almuerzo que el presidente de Francia, Emmanuel
Macron, va a ofrecer en el Palacio
del Elíseo a los mandatarios extranjeros. Pues no lo sé, todo es un
despropósito. Por todos es sabido que la Primera Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914. Dos días más
tarde, el 30, el gobierno de Eduardo
Dato declaró la neutralidad española en el conflicto, aunque hasta el 7 de
agosto no se publicó en la Gaceta de
Madrid el decreto real en el que Alfonso
XIII (acendrado germanófilo) decía verse en el “deber de ordenar la más
estricta neutralidad a los súbditos españoles con arreglo a las leyes vigentes
y a los principios del Derecho Público Internacional”. Por eso señalaba, y
mantengo, que el bisnieto de aquel monarca está de más en tal efeméride. Y
Sánchez y su mujer, también. Ya lo
escribió Publio Terencio Africano en
su comedia “Heauton Timoroumenos” (“El
enemigo de sí mismo”) el año 165 a.C.
y pronunciada por el personaje Cremes:
Homo sum, humani nihil
a me alienum puto. Frase
que repitió Larra en su artículo “Corridas de toros”, en 1828. Pero en el caso que nos ocupa, con la
presencia española en París de los más altos dignatarios, consortes aparte, los
triunfos ajenos sólo resaltan nuestra mediocridad; y, en consecuencia, sólo conducen
al ridículo de los convidados de piedra.
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