Contaban
José Luis Martín Prieto en La Razón (04-01-12) que los americanos
primero venden y luego hacen amigos, en referencia a aquel Pacto
de Madrid entre Estados Unidos y España que, en alguna medida, sacó a Franco de su absoluto aislamiento
internacional. Y daba por supuesto que “no debió ser grato para Eisenhower, el liberador de Europa,
abrazar en Barajas al teniente general Muñoz
Grandes con la Cruz de Hierro de
primera clase colgada al cuello”. Martín Prieto también señalaba en aquel
artículo que “los españoles no entendíamos que los americanos trataran la coca-cola con el mismo ahínco que la
base nuclear de Rota. Y se le dieron todas las facilidades para su refresco,
pero tenían otra tabarra colateral: la distribución de la edición castellana de
Selecciones del Reader's Digest”. Y en España, recuerdo, se dieron todo tipo de facilidades para que
esa bebida refrescante se diera a probar y creara una cierta “devoción adictiva” en los educandos de los colegios de frailes a finales de los 50 y principios de
los 60. De la misma manera, unos laboratorios farmacéuticos regalaban
mensualmente el librito de Selecciones a
la clase médica.
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