sábado, 12 de mayo de 2012

Bandos


Leo un artículo en “La Gaceta”, “En peores plazas hemos toreado”, firmado por Javier Torres, referido a los españoles que vivieron  la posguerra e hicieron filas con la cartilla de racionamiento en mano en un intento desesperado de poder llevarse algo a la boca. Han pasado setenta años y aquella situación en nada es comparable con la “crisis” económica de ahora. De todo el artículo, me quedo con un párrafo referido a un bando hecho público por el entonces gobernador civil de Madrid. Dice así: “Teniendo en cuenta las circunstancias especiales que concurren en la capital y los peligros que para la salud pública representa la presencia y aglomeración de mendigos en las inmediaciones de servicios públicos, toda clase de espectáculos, cafés y bares, he tenido a bien disponer la prohibición rigurosa del ejercicio de la mendicidad”. Aunque Javier Torres no cita su nombre, supongo que se habrá querido referir a Luis Alarcón de la Lastra, marqués de Rende y conde de Gálvez. Es igual. El dato no tiene demasiada importancia. Lo que sí la tiene es el bando en cuestión. El hecho de prohibir la mendicidad, alegando “peligro para la salud pública” la presencia de mendigos por las calles en el ámbito de un país donde no había nada de nada, y menos aún para aquellos españoles que no se “habían distinguido” en el bando ganador de una guerra civil, me produce urticaria y quemazón. Es, no sé, como si un empresario despidiera a un obrero sin ningún tipo de indemnización y, a continuación, denunciase a éste para que se le aplicase con todo rigor, pongamos por caso, la obsoleta “Ley de Vagos y Maleantes” de 1933. Los ramalazos fascistóides todavía hoy están presentes, mal que nos pese. Recuerden cuando Ana Botella, en 2010, siendo teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Madrid relacionó la suciedad del entorno del barrio de Chueca con los indigentes y grafiteros, a los que  acusó de impedir la limpieza de las calles. Algo parecido sucederá dentro de poco con los “sin papeles” y desde el Estado de la negación de la cartilla sanitaria. El Gobierno le lanzará la “patata caliente” del problema a las organizaciones no gubernamentales o al maestro armero. Hasta puede que aparezca algún delegado del Gobierno en Madrid ordenando a las autoridades bajo su mando pegar bandos en las paredes de las calles donde se prohíba  terminantemente estar enfermo y se obligue a ir a toser a los alrededores la Casa de Campo, donde no se les escuche, como sugiere Cristina Cifuentes para los indignados del 15-M cada vez que pretendan manifestarse en libertad. La Puerta del Sol es, por lo que se ve, lugar para el esparcimiento de los ciudadanos que llegan de provincias dispuestos a pisar el “kilómetro cero” sin mancharse los zapatos y para los trileros y carteristas de pequeña cilindrada. Los de gran cilindrada ya disponen de entidades de crédito enmoquetadas y con aire acondicionado, que siempre ha habido clases.

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