Los propietarios de restaurantes están
que bufan porque Ikea, además de vender estanterías y ese tipo de muebles de
llevar desarmados e instalar en la
propia casa, sirve albóndigas con confitura de arándanos, o con
patatas, por el módico precio de un euro. Yo no entiendo por qué demonios se
enfadan los hosteleros. El problema, de haberlo, es de fácil solución. Consiste
en que los restaurantes vendan estanterías y, de paso, bocadillos de rabas al
precio que los suecos practican con las albóndigas. A mi entender, lo malo de
desplazarse hasta Ikea no es la distancia en la que se encuentra el almacén con
respecto a nuestro domicilio, que también, sino la aventura que supone llevarse
uno al domicilio un “kit” con unas tablas envueltas en plásticos y bridas que
hay que montar más tarde con la ayuda de un papel de instrucciones de montaje
donde está todo escrito en sueco. Parece sencillo el montaje de una simple mesa
de ordenador, pero no lo es. Los tornillos de cabeza hexagonal vienen justos
dentro de una bolsita, donde se acompaña una pequeña llave “Allen” en forma de zeta para apretar esos tornillos en unos agujeritos que
ya vienen perforados en la madera. El caso es que al final del ensamblaje
siempre sobra un tornillo, o falta un agujero, pero no le concedemos
importancia hasta darnos cuenta que algo falla en el funcionamiento de un cajón
o en la colocación de una pata. Entonces, vuelta a desenroscar y a empezar de
nuevo. Y, así, toda la tarde de domingo. El bricolaje resulta fácil para los
“manitas”, que son capaces de ir a “Leroy
Merlin” a comprar cuatro cosillas de nada y después cambian la grifería del
cuarto de baño en el tiempo que cuesta
hacer una fabada. Pero, ¡ay, amigo, si tienes la osadía de comprar un
“kit” de Ikea y pretendes montar en casa algo que parece tan simple como poner
un cuadro en la pared! Estás copado. Por eso, es mejor acercarse hasta Ikea
como el que decide ir de excursión, sólo para degustar albóndigas con confitura o papas, o codillos asados, que tampoco son mancos. Los hosteleros
deberían entenderlo, en vez de enfadarse como la mona de Gibraltar. Menos mal
que los responsables de Ikea se hacen los suecos, que si no…
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