En su artículo, “La pócima y la
ambrosia”, Antonio Valdecantos cuenta hoy a los lectores de “El País” que “por
razones fáciles de comprender, al súbdito atemorizado se le han quitado las
ganas de imaginar cómo será el porvenir y lo único que acierta a sospechar es
que después de la crisis vendrá más crisis todavía, hasta que el cuerpo se
acostumbre a la estrechez y el tiempo haga olvidar que las cosas fueron alguna
vez de otro modo”. Es posible que haya llegado la hora del rescate. La
vicepresidenta del Gobierno ha volado a Estados Unidos para reunirse con la
directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y con
el secretario norteamericano del Tesoro Timothy Geithner para contarles la milonga de austeridad y las
reformas estructurales del gobierno Rajoy. Pero Lagarde, que sustituyó en el
cargo al rocambolesco Dominique Strauss-Kahn, que a su
vez había sustituido a Rodrigo Rato (que abandonó su cargo “como alma que lleva
el diablo” antes del final de su mandato, un 28 de junio de 2007) podría ahora
hacer oídos sordos a las “frases-papilla” de una vicepresidenta del Gobierno de
España que no permite, tampoco Rajoy y
el resto del Gobierno, que se abra una seria investigación política en el
Congreso de los Diputados (con luz y taquígrafos) sobre Rodrigo Rato y su
pésima gestión en Bankia, y que tampoco consienten de ninguna de las maneras que dé públicas
explicaciones el gobernador del Banco de España, el “supervisor Mafo”, a quien la Derecha utiliza como chivo
expiatorio de una mala gestión ajena y al que se señala como “autor” de todos
los males en ese sindiós bancario. Supongo que Soraya Sáenz de Santamaría
estará informada de que existe un
informe interno del FMI (de 10 de enero de 2011) donde se realizaba
una crítica a la actuación de ese Organismo entre 2004 y 2007, período en el
que hubo tres directores gerentes, entre los cuales se incluye Rodrigo Rato. El
informe señalaba que se vivió en una burbuja de optimismo mientras se gestaba
la mayor crisis financiera desde la Gran
Depresión. A Geithner ignoro qué moto pretenderá “venderle”
la vicepresidenta. Ya nos enteraremos, aunque bien pensado no estaría muy
seguro de ello. En el Gobierno Rajoy es un secretismo cualquier nimiedad. Fue
secreto hasta su programa político para llegar a La Moncloa. Tanto fue
así, que los españoles suponíamos que desvelaría su plan después de las
elecciones andaluzas. Tampoco. Los ciudadanos hemos descubierto estupefactos
que no tenía tal plan y que Rajoy está gobernando a golpe de palos de ciego. Y
esas cosas Europa también las conoce, y no se le escapan a Lagarde ni a
Geithner ni a Merkel ni a Hollande ni al
sursum corda. Un dato: la
Secretaría de Estado de Defensa del anterior Gobierno
socialista presidido por Rodríguez Zapatero tenía prevista la mayor
desclasificación de documentos secretos militares, nada menos que 10.000
informes de entre 1936 y 1968. La noticia (en “El País” y en la “Cadena Ser”)
databa del 6 de diciembre de 2011. Dicha desclasificación, en palabras de
Carmen Chacón, no suponía una amenaza para el Estado ni vulneraba la intimidad
de los involucrados. Pero pocos días después, el 20 de diciembre, los
socialistas perdían las elecciones. Ahora, el nuevo ministro de Defensa, Pedro
Morenés, ha rechazado tal desclasificación al entender que “no tendría otro
interés que provocar ruido mediático. Y
yo no creo que estén las cosas para ruidos mediáticos. Una cosa hoy en día mal
contada puede generarnos problemas con socios”. Entre esas cosa, ¿quién sabe?,
estarían tal vez los negocios de
Instalaza, (Zaragoza, 1943), que desarrolló la tecnología registrada como [sD]2
(que en inglés representa auto-destrucción + auto-desactivación) y donde Pedro Morenés
prestó sus servicios como representante y consejero. Esa factoría, además de otra, Explosiones Alavesas (Expal), fabricó
y vendió las terribles bombas de racimo MAT-120 como granadas de mortero,
(prohibidas en Consejo de Ministros el 11 de julio de 2008 y la posterior
Convención de Oslo de 3 de diciembre de ese mismo año). Unas bombas fabricadas
en España en 2007 y que todavía fueron utilizadas por Muamar el Gadafi en
Misrata contra poblaciones civiles en 2011, aunque posteriormente Hillary
Clinton lo haya negado.
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